El refranero español es una fuente inagotable de sabiduría. Curiosamente, hay un buen número de expresiones que utilizamos de manera regular en nuestro día a día y de las que, sin embargo, desconocemos su auténtico significado. Una de ellas es, sin lugar a dudas, una que en algún momento habremos entonado: que no te la den con queso. Una frase de la que entendemos su doble significado pero de la que no sabemos su auténtico origen.
Por seguir con las curiosidades, sorprende saber que la raíz de este refrán guarda una estrecha relación con el mundo del vino. Tanto que el origen de su significado procede, nada menos, que de una de las prácticas más habituales entre los antiguos bodegueros. Hablamos de un tiempo en el que, antes de comprar el vino, era común entre los potenciales compradores querer catarlo. Una forma de comprobar, en primera persona y sin mediadores, que reunía las características que se esperaba de él. Sin embargo, esto ponía en muchas ocasiones en un brete a los bodegueros. Y es que de esa cata dependía, en gran medida, dar salida o no a la cosecha del año.
Pero entendamos cómo eran los vinos que, en aquellos tiempos, se estilaban entre los paladares más exquisitos. Lo que demandaba de aquella el mercado eran caldos suaves y agradables. Algo lógico si tenemos en cuenta que la principal finalidad de estos vinos era la de servir de acompañamiento a las comidas.
Así es cómo es posible comprender hasta qué punto esa cita de «que no te la den con queso» cobra toda su lógica. Cuando un determinado vino no cumplía con los estándares de calidad, los bodegueros solían utilizar una pequeña triquiñuela. Nada menos que agasajar a quienes venían a catar sus caldos con quesos. Habitualmente, quesos añejados o curados de gran potencia de sabor y aromática.
Sería así como lograrían enmascarar la auténtica personalidad de sus vinos. Una forma de engañar a los potenciales compradores que, solo una vez pasado el mágico efecto del queso, descubrían cómo era realmente el vino.
QUESO Y VINO ¿UN MARIDAJE BIEN AVENIDO O NO?
Comprender el significado de este refrán pone en duda uno de los matrimonios gastronómicos con más adeptos: el queso y el vino. Si nos ponemos puristas, hay una explicación científica para esta práctica del pasado. Tanto las proteínas como las grasas del queso bloquean las partículas del aroma del vino tinto. Por otro lado, los taninos del queso se comportan de una manera similar en lo que respecta al sabor del queso. Pero no solo ellos dos influyen: el papel de la mucina, proteína de la saliva, también pone su granito de arena.
A pesar de esto, lo cierto es que el maridaje con quesos puede ser un gran acierto. Tan solo es imprescindible conocer algunos detalles para lograrlo sin que vino o queso disfracen los sabores del otro. Un tándem que, lejos del pasado, puede darnos muchas alegrías.