Las bodegas en Haro son unas de las mejores del mundo. Bendecida por la geografía y la Naturaleza, Haro es por historia y por presente la tierra del vino. Una tierra en la que su tradición vitivinícola ha marcado cada una de las hojas de su trayectoria vital, convirtiendo al municipio en un auténtico referente en el contexto internacional en lo que a caldos e historia de los mismos se refiere.
Más allá de su pasado, Haro conserva en el presente los motivos que le hicieron encontrar un hueco privilegiado en el mundo del vino. Considerada la Ciudad del Vino, esta comarca todavía hoy cuenta con 600 hectáreas destinadas al cultivo de la vid. Una auténtica demostración de hasta qué punto el vino forma parte de la identidad de Haro.
Son muchos los motivos que hacen de Haro un lugar privilegiado para el vino. Y, como no podía ser menos, un auténtico objetivo en el siglo XIX de las bodegas de Haro anclada en el pasado, se perpetúa en el presente y hace de sus vinos unos con una personalidad única.
Una razón de peso para hacer que los vinos de Haro se distingan, en carácter y características, de los de otras zonas de España. Pero entender por qué estos caldos son así pasa por comprender algunas de las características de esta tierra.
TRADICIÓN VITIVINÍCOLA
Haro y el vino viven de la mano formando un singular tándem. La historia de esta singular simbiosis se remonta veinte siglos atrás ya que hay documentación que demuestra que, ya en el año 873, Haro contaba con explotaciones relacionadas con el vino.
Sin embargo y más allá de este pasado lejano, lo cierto es que sería gracias a la filoxera que asoló los viñedos franceses por lo que Haro cobró un papel protagonista en el contexto vitivinícola. Hasta este municipio llegarían múltiples bodegueros franceses, atraídos por la tradición de Haro pero, también, por las características propias de esta tierra.
Sería ese momento de su historia lo que reafirmaría el peso de Haro en el contexto vitivinícola nacional. Un punto de partida previo a otro hito que marcaría su historia e impulsaría la distribución de sus caldos: la llegada del ferrocarril.
Un caballo de hierro que sería el motor definitivo para promover que el sabor de la tierra de Haro llegara a todos los rincones de nuestro país.
EL TERRUÑO
Está claro que, más allá de su historia, Haro no sería lo que es de no ser por las características que marcan su tierra. Una auténtica madre para sus vinos que, además, cuenta con una marcada personalidad fruto de la mayor influencia con la que cuenta: el Ebro. Un río que marca no solo la climatología de la zona sino, fundamentalmente, el espíritu de sus tierras.
Es precisamente este río el que convierte las tierras de Haro en un suelo perfecto para el cultivo de la vid. Su influencia es la que marca los inviernos fríos y los veranos suaves con contrastes. Unas características que se completan con una alta pluviometría y recurrente durante todo el año.
Pero, incluso más allá de estos factores, si algo hace de Haro el lugar ideal para las bodegas que llevan su sello es la composición de su suelo. Uno en el que la combinación de caliza y arcilla crea la cuna perfecta para el crecimiento de la uva.
LA VARIEDAD DE UVA
Por estas características únicas del suelo, el cultivo de la vid es el perfecto para una tierra como la jarreña. Algo que se traduce en que, además de las uvas de La Rioja consideradas autóctonas por tradición, las tierras de Haro se perfilan como las ideales para otras muchas variedades de uvas entre las que cabe destacar las de origen francés.
Esto hace que además del Tempranillo o la Garnacha tinta, dos de las uvas más identitarias de La Rioja Alta, Haro sea la tierra perfecta para el cultivo de otras riojanas como la Garnacha, única de La Rioja; o las procedentes de Francia, como la Sauvignon Blanc o el Verdejo.
Una tierra extraordinaria por estos y muchos otros motivos para transformar las uvas en vinos únicos.