En su riqueza de matices y aromas es donde, sin duda, radica uno de sus principales atractivos. Y es que no se puede negar: los sabores del vino son esos que cautivan el paladar de los amantes de este caldo que sabe a tierra y a tantas otras cosas. Y es que en eso, en identificar esos sabores que forman parte del vino, radica parte del placer de disfrutarlo.
Gracias a que el vino es una bebida natural que, además, vive un proceso de fermentación singular los sabores del vino no solo han de equilibrarse sino que, además, en ellos radica la personalidad del mismo.
Por eso, y sin necesidad de ser catador experimentado, aquellos amantes del vino pueden descubrir el sabor de un vino dejándose guiar por uno de los sentidos estrella en cualquier cata: el gusto. Porque, si bien observar un vino es parte de una cata, sin duda es la experiencia que despierta en boca lo que define cómo es.
Así, descubramos los cuatro sabores del vino y, lo que es más importante, cómo identificarlos una vez que lo catemos.
SABOR DULCE
Es uno de los primeros sabores del vino que podemos identificar en boca. Y no es para menos: tengamos en cuenta que un caldo traduce los azúcares, el etanol, los alcoholes que incluye y la glicerina en este sabor. Ningún vino está exento de este sabor, sin embargo esto no quiere decir que un vino sea dulce.
Lo que sí es cierto que la sensación que produce un vino define en gran medida la presencia de este sabor. Así, cuando catamos un vino y lo calificamos como seco, tendremos claro que contiene una baja cantidad de azúcar.
La mejor manera de identificar el sabor dulce entre los sabores del vino es con la punta de la lengua. Una sensación prácticamente automática cuando comienza a catarse un vino.
SABOR ÁCIDO
Son, sin duda, uno de los sabores del vino más interesantes por la riqueza de sus matices. El sabor ácido permite paladear matices tan importantes en un vino como los tartáricos, málicos, cítricos, lácticos o acéticos que forman parte de un sabor determinado.
Matices que no solo nos permiten saborear las características particulares de una vid determinada sino, también, del suelo en el que ha crecido o incluso en cómo ha envejecido.
El sabor ácido es responsable de la sensación de frescura de un vino (cuando la acidez es correcta, lo identificaremos como un vino de carácter fresco), y para identificarlo tan solo tendremos que sentirlo en los laterales de la lengua. Un sabor del vino que no se hace esperar en cualquier cata.
SABOR SALADO
Otro de los sabores del vino que delatan su procedencia natural, aunque es cierto que no es uno de los más protagonistas pero igual de importante que los demás para el equilibrio. A pesar de ello, es uno de los sabores más imperceptibles y para el que es necesario prestar especial atención durante la cata.
Cada vino es el resultado de vides que crecen unidas a la tierra, de ahí que la concentración de sales minerales sea una máxima de cada caldo. Para poder identificarlo, tendremos que tener algo de paciencia (no es tan súbito como el sabor dulce) y prestar atención a las sensaciones de la parte central y media de la lengua (zonas en las que podremos detectar este sabor del vino).
SABOR AMARGO
El sabor amargo cierra el abanico de sabores del vino. Su presencia se debe a la concentración de polifenoles (parte inherente de todos los vegetales) y es, además, parte de esa sensación de astringencia que trae consigo un vino.
Es el sabor que más tarda en descubrirse y, para identificarlo, tendremos que concentrarnos en saber la experiencia que siente la parte final de la lengua. Sin embargo, a pesar de hacerse de rogar para dar la cara, es uno de los sabores del vino más persistentes en cualquier cata.