A menudo, ante una variedad de vinos y sobre todo cuándo nos iniciamos en el mundo del vino, surge la misma pregunta: ¿cómo diferenciar entre vinos? Una pregunta más que habitual que, además, es natural si tenemos en cuenta que nuestro país es el único que cuenta con esas denominaciones de Crianza, Reserva y Gran Reserva que son tan habituales para nosotros.
Más allá de entrar a valorar matices y aromas, hay claves básicas para diferenciar entre vinos incluso sin haber abierto la botella. Una auténtica guía para ayudar no solo a conocer más de ese vino sino, también, para saber qué podemos o no esperar de él.
Y, si bien un punto de partida básico para diferenciar vinos es el tiempo, rompamos un mito: no, no es el único factor que marca la diferencia entre esos tres tipos de etiquetas.
CÓMO DIFERENCIAR UN VINO JOVEN DE UNO VIEJO
Para empezar, es importante saber que estas tres calificaciones para diferenciar vinos no están exentas de cierta controversia. En gran medida, porque cada Denominación de Origen cuenta con sus propias particularidades en cuanto al tiempo de envejecimiento de cada vino. Una máxima que tiene su lógica ya que, como decíamos antes, el tiempo no es el único factor que incide en la fermentación y evolución de un vino.
Hemos de tener en cuenta que cada uva, añada, procedencia e, incluso, lugar de cultivo incide de manera directa en sus características. Una razón sobrada para que, lejos de ser una auténtica máxima, estas etiquetas sean tenidas en cuenta de manera orientativa.
A pesar de todo, es importante saber qué supone cada una de ellas a la hora de diferenciar entre vinos para decantarnos por uno u otro con conocimiento de causa:
- Vinos Jóvenes: son los popularmente llamados cosecheros. Vinos que, si bien en la mayoría de las Denominaciones de Origen de España son del mismo año, en el caso de los vinos con Denominación de Origen La Rioja suelen estar evolucionando durante dos años. Esto no sucede en barrica (aunque algunos pueden permanecer en ella un periodo inferior a los seis meses), sino que suelen pasar del depósito directamente a la botella.
- Vinos Crianza: cuando se trata de vino tinto, el tiempo de envejecimiento se establece en torno a un mínimo de 24 meses (de los cuales al menos seis han de transcurrir en barrica). Si se trata de vinos blancos o rosados, el tiempo de maduración es diferente (un máximo de 18 meses) pero se mantiene el mismo tiempo de envejecimiento en barrica que en el caso del tinto.
- Vino Reserva: nuevamente, hay que diferenciar en lo que respecta a vinos tintos, blancos y rosados. Mientras en el caso de los primeros el tiempo total de envejecimiento es de mínimo 36 meses (de los cuales, al menos doce transcurren en barrica), mientras que en el caso de blancos y rosados el tiempo total no supera los 24 meses (de los que solo seis serán en barrica).
- Vino Gran Reserva: sin duda, los vinos con mayores tiempos de maduración. Y es que hablamos de que aquellos Gran Reserva tinto pasan hasta 60 meses envejeciendo (de los que al menos 18 transcurrirán en barrica); mientras que en el caso de blancos y rosados el tiempo de evolución se fija en torno a los 48 meses (sin modificar esos seis de estancia en barrica que marcan este tipo de vinos).
DIFERENCIAS ENTRE VINOS JÓVENES, CRIANZA, RESERVA Y GRAN RESERVA CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN CALIFICADA RIOJA
A pesar de estas pautas generales para diferenciar entre vinos, son muchas las Denominaciones de Origen que ajustan estos tiempos a sus propias características. Sin ir más lejos, la Denominación de Origen Calificada Rioja establece sus propias características para su manera de catalogar los vinos de su tierra.
Unas basadas en la tradición de elaboración del vino en La Rioja y que, todavía hoy y a pesar de la innovación, se mantienen. Así los vinos jóvenes del año permanecerán en evolución siempre un tiempo inferior al de crianza; mientras que los Crianza han de estar un tiempo mínimo de 24 meses (los doce primeros serán un envejecimiento en barrica de roble en el caso de los tintos, mientras que para blancos y rosados será solo de seis meses).
En el caso de los Reserva con Denominación de Origen Calificada Rioja, la máxima que los define ya no es únicamente el tiempo (en el caso de los tintos es de 36 meses, de los cuales doce transcurren en barrica; mientras que para blancos y rosados el tiempo de maduración es de al menos y máximo dos años, con seis meses en barrica). Además, una de sus mayores diferencias es que los Reserva solo se elaboran con las mejores añadas.
Un rasgo que comparten los Gran Reserva, para los que se reserva lo mejor de las mejores cosechas. Un punto de partida inicial que redondea el tiempo: para los tintos, mínimo dos años en barrica y tres en botella; mientras que para los blancos y rosados el tiempo de envejecimiento nunca está por debajo de los cuatro años (de los cuales tan solo seis meses transcurren en barrica).
Características propias que, más allá de ayudar a diferenciar entre vinos, cuenta con un único objetivo: hacer de cada caldo de La Rioja uno con personalidad propia, más allá de las calificaciones y las etiquetas generales.