La llegada del mes de junio es uno de los más momentos más especiales del año en Haro. Mientras el ciclo vegetativo de la vid sigue su curso, es momento de hacer un breve paréntesis en la vida de la ciudad. Y es que es este mes que da el pistoletazo de salida uno de los más singulares del calendario jarreño. El momento en el que Haro celebra sus primeras fiestas patronales: San Juan, San Felices y San Pedro. Una cita no solo para los oriundos sino, también, para quienes quieran disfrutar del sentir de sus calles durante estos días.
Estas fiestas patronales de Haro son, como buena parte de la personalidad de esta Ciudad del Vino, una mezcla de tradición y presente. Unos días que conservan buena parte de la manera de hacer de la Villa en el pasado. Costumbres que, incluso hoy, continúan llevándose a cabo en un afán por honrar sus raíces como lo que son. El punto de partida de la identidad de una ciudad que, a pesar de la modernidad, permanece impertérrita en muchos aspectos. Tanto que, como no podía ser de otra manera, el vino tiene un papel protagonista en estas fiestas.
Veamos, pues, en qué consisten estos tres días de fiestas que Haro celebra en junio. Tres jornadas que honran a tres santos distintos, de maneras muy diferentes entre sí.
LA FIESTA DE SAN JUAN BAUTISTA
Si hay una fecha celebrada a lo largo y ancho de España esa es la de San Juan. Un 24 de junio que cuenta con diferentes celebraciones en distintos lugares de España, con un denominador común: las hogueras que se avivan a las 0.00 de la noche. Uno de los ritos más antiguos de nuestras tradiciones; y que, sin embargo, se continúa ejecutando con absoluta fidelidad.
A pesar de que hoy en día las hogueras honran a un santo de la tradición cristiana, sus orígenes son completamente paganos. Es más: podríamos decir que las hogueras de la noche de San Juan son incluso ancestrales. No hay más que saber que se encendían para festejar el día más largo del año. Ese solsticio de verano del hemisferio Norte que, de manera mágica y fuego mediante, permitía purificarse y tomar fuerzas.
En lo que respecta a la celebración de San Juan en Haro, el fuego también es el punto de partida. Al igual que en otros puntos de España, la madrugada se enciende con las tradicionales hogueras. Una auténtica invitación para disfrutar de la nocturnidad hasta que vuelva a salir el sol.
Hacemos hincapié en ver las claras del día porque el alba acoge otra de las celebraciones propias de Haro: el «amanecer del chocolate». Una chocolatada tradicional que invita, a partir de las 7.30 de la mañana, a madrugadores y noctámbulos a disfrutar de un momento de sosiego.
Una forma de afrontar otra de las celebraciones claves del día de San Juan en Haro: el lanzamiento del chupinazo a las 12.00 del mediodía. Una forma de anunciar a toda la ciudad, desde el balcón del Ayuntamiento, el comienzo de otra singular tradición: el pasacalles del pregonero del año que, a caballo, recorre Haro anunciando el pregón de fiestas a los vecinos.
LA CELEBRACIÓN DE SAN FELICES DE BILIBIO
El 25 de junio, Haro se viste de religiosidad para conmemorar a uno de sus patrones más conocidos: San Felices. Una fiesta que contrasta con el carácter de las celebraciones del día anterior, y que honra al santo ermitaño que fue maestro de San Millán.
La veneración por San Felices es tal que cuenta con una cofradía en su honor desde 1655. Una hermandad que, en este día, es la encargada de sacar en procesión las reliquias del santo. Uno que vivió completamente aislado y solo en la ermita que lleva su nombre.
CONMEMORACIÓN DE SAN PEDRO, LA BATALLA DEL VINO
Con la llegada del 29 de junio, día de San Pedro, es momento de cerrar el calendario festivo hasta el año siguiente. Un final que, sin embargo, supone la fiesta más destacada de la ciudad jarreña. Y es que ese día Haro se viste de blanco y pañuelo rojo para empaparse en los caldos de la tierra en la conocida Batalla del Vino.
Atribución: Rafael López Monné para Batalla del Vino
Una cita de Interés Turístico Nacional que ha convertido, con el paso de los años, una disputa territorial en un encuentro festivo. Y es que esta singular batalla no hace más que honrar el tira y afloja que Miranda de Ebro y Haro mantuvieron durante décadas por el control de los riscos de Bilibio. Una disputa que, a día de hoy, nada tiene de eso. Hoy tan solo consiste en empapar de vino a todos cuantos encontremos en el lugar con un solo propósito: dejar a los asistentes más morados que el Pendón de Haro.
Unas celebraciones dignas de vivir al menos una vez en la vida.