Carlos Serres

El roble americano, tradición del sabor de La Rioja

El roble americano es el ojo derecho de cualquier bodega, y no le sobran motivos para ello. Los matices que aportan a los vinos convierten a las barricas americanas en las más utilizadas en esta zona vinícola de La Rioja Alta. Un proceso en el que la madera forma parte fundamental de un resultado con garantía de calidad.

El cuerpo y la calidad de la que está dotado un vino es resultado de todo un proceso escrupulosamente medido y estudiado. Una excelencia que sólo se consigue después de un trabajo hecho con mimo y en el que se cuida hasta el mínimo detalle de toda su elaboración.

Como parte de ese camino hacía el éxito, juegan un papel fundamental las barricas en las que reposan estos alcoholes y que le dan una mayor complejidad de sensaciones a los vinos de La Rioja. La madera ennoblece el vino para, después, otorgarle el equilibrio necesario que requieren antes de su comercialización.

EL VINO Y LA MADERA

Según el tipo que se use, la bebida se ve afectada no sólo en su sabor, sino también en el perfil de los taninos, el color y la textura. La mayoría de los mejores producciones del mundo son envejecidos en madera en vez de en tanques de acero inoxidable.

El roble americano, tradición del sabor de La Rioja

Por eso, los bodegueros experimentados optan por el roble, al ser flexible, fuerte y con un olor a madera neutro. Otorga una cesión adecuada de componentes tánicos y aromas característicos junto al aporte exacto de oxígeno a través de sus poros. Ayuda a realzar el sabor, la complejidad y el aroma del vino, particularidades imposibles de lograr sin el contacto con las sustancias propias de las barricas.

En La Rioja destaca la utilización de los toneles elaborados con roble americano (más dura, impermeable y con un mayor rendimiento a la hora de ser cortada), pero, sobre todo, responde a la búsqueda de la perfección que aporta al vino.

DIFERENCIAS DEL ROBLE AMERICANO CON EL ROBLE FRANCÉS Y EL ESPAÑOL

El roble americano está dotado de una serie de propiedades que se transmiten a la uva con mayor facilidad y en menor tiempo.

Transfiere menos taninos a los vinos, pero una mayor variedad de aromas y con mayor rapidez que, por ejemplo, el roble francés. El grano más apretado propio de esta madera permiten una extracción gradual no solo de sus sabores sino, además, de sus compuestos más olorosos; dando como resultado unos vinos con mayor cuerpo y sabor, con una sensación más contundente en boca, una textura más cremosa y un aroma a vainilla y coco inmediatamente evidente.

El roble americano sabor de La Rioja

Una definición organoléptica en clara contraposición con la suavidad y el matiz de cedro, miel pimienta, clavo y otras especias que aporta el roble francés (dando vinos más sutiles y especiados); o los sutiles aromas de cereza y arándanos que otorga el español. Éste último es más difícil de encontrar y mucho más caro en la elaboración de las barricas, dando como resultado una calidad muy similar a la que pueden ofrecer las de roble francés o americano.

Cuando se trata de barricas, todos los bodegueros buscan algo diferente que culmine la perfección de unas uvas de fama internacional. Y, en ello, tiene un especial peso la preferencia del enólogo y una buena crianza en el tonel para que su refinamiento y complejidad aumenten.

Una elección tan importante para sabor, aroma y textura del vino como lo es la propia uva con la que esté elaborado.