Carlos Serres

¿Se puede congelar el vino?

Seguro que, en alguna ocasión, te has encontrado con parte de una botella de vino sin consumir. El resto de una comida, una cena o un momento de placer que toca aparcar momentáneamente. Una cantidad que o bien tenemos que disfrutar, o bien podemos plantearnos guardar. Y no hablamos de cómo conservar un vino abierto. Nos referimos a esa práctica de congelarlo para utilizarlo en otro momento.

Como es bien sabido, el vino no es amigo de los cambios bruscos de temperatura. Algo que, lógicamente, también afecta cuando nos planteamos esta práctica. Por eso, antes de decidir congelar el vino, es importante conocer algunas de sus consecuencias. Algunas de esas cosas que transformarán ese resto de una botella en algo completamente diferente a lo que disfrutamos en una copa.

Porque no nos confundamos: congelar el vino no significa, como con otros alimentos, descongelar y disfrutar de él sin perder su personalidad. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, sí es cierto que si optamos por distribuir ese resto de vino en una cubitera podremos darle usos diferentes. Ya sea como parte de una receta de cocina o para hacer un granizado, el hielo congelado no defraudará.

Pero solo podremos usarlo para cosas así. Descubramos el motivo.

¿QUÉ PASA SIN CONGELAMOS EL VINO?

Solo si queremos aprovechar el sobrante de una botella con fines diferentes a beberlo podremos plantearnos congelar el vino. Si lo que buscamos es un enfriamiento rápido, comprobaremos algo poco deseable: cómo se estropea el vino. Y es que el frío no solo cambia un vino en apariencia o en sabor. También lo hace en lo que respecta a su estructura.

Entender qué sucede al congelar el vino es importante para evitarlo como práctica general. Cuando el vino se congela, algunos de sus componentes cambian su estructura química. Los que más acusan este frío extremo son los tartratos. Aunque a simple vista y en estado de congelación no veremos nada, sí podremos comprobarlo al descongelarlo. Es precisamente entonces cuando este cambio es palpable. Al descongelar, los tartratos viven un fenómeno físico singular: se polimerizan. O, lo que es lo mismo, se unen. Esto provoca que caigan en el fondo de la botella o del lugar de congelación.

Pero no solo ellos: las densidades cambian, y el agua y los alcoholes se separan.

Cómo congelar el vino
Atribución | The art of doing stuff

Pero no solo en este aspecto cambia el vino cuando se congela. También afecta de una manera importante en lo que respecta a su sabor. Si hablamos de un vino ligero y con un perfil organoléptico sencillo, bien puede decirse que no notaremos una gran diferencia. Sin embargo, si se trata de un vino Criado o Reserva la diferencia es sustancial. Al tratarse de vinos con matices, aromas y sabores mucho más complejos, la congelación romperá por completo este equilibrio y armonía que caracteriza a estos caldos.

Algo que cambiará no solo su sabor. También, incluso, su aroma y color.

¿A QUÉ TEMPERATURA SE CONGELA EL VINO?

Antes de entrar en pormenores, hay que entender que el vino no se congela por completo. O, mejor dicho, que nunca va a alcanzar la solidez propia de otros líquidos como el agua. La explicación a este fenómeno es sencilla: la estructura del vino es mucho más compleja.

Pero, además de este aspecto, hay otro importante a considerar. No todos los vinos congelan a la misma temperatura. Es más: esta depende, íntimamente, de la graduación alcohólica. Cuanto mayor sea la presencia de alcohol en un caldo, mayor será la temperatura de congelación. Algo lógico si tenemos en cuenta que, cuanta mayor sea la graduación, mayor la densidad.

Para saber cuánto tiempo necesita un determinado vino para congelarse, hay una regla común en el mundo del vino: sumarle uno al grado alcohólico, y dividir este número a la mitad. Será esa la temperatura en la que el sobrante de nuestra botella se congelará.

Y, ahora que sabes cómo congelar el vino, ¿te animarías a aprovechar ese poquito de una botella?