Es, probablemente, uno de los gestos más característicos del disfrute del vino. Una expresión que forma parte de su ritual y que, curiosamente, se convierte en un ademán casi instintivo cuando acariciamos una copa. Hemos interiorizado de tal manera que girar el vino en la copa forma parte de su ceremonial que, incluso sin comprender muy bien por qué, lo hacemos por inercia. Pero ahí está precisamente el quid de la cuestión: saber por qué este ademán es importante para el vino.
Empecemos desterrando un mito. Girar el vino en la copa no es un gesto que forme, únicamente, parte de la lista de los trucos para fingir que entiendes de vino. Es más: en nuestro afán por hacer que sabemos, podemos delatar lo novatos que somos al hacerlo. Mover el vino en la copa es un auténtico arte, y precipitarnos al hacerlo una forma de demostrar nuestro escaso conocimiento. Más allá de postureos, girar el vino en la copa tampoco es un gesto de sofisticación reservado a quienes quieren hacer ver cuánto saben de vino. En realidad, hacerlo es únicamente una manera de disfrutarlo en plenitud.
Entendamos por qué girar el vino en la copa puede mejorar sustancialmente la experiencia, y cuál es la razón para que este gesto nos ayude a descubrir la auténtica personalidad de un vino.
¿POR QUÉ SE HACE GIRAR EL VINO EN LA COPA?
Como decíamos, no es capricho ni un gesto para llamar la atención. Girar el vino en la copa presenta sustanciales ventajas a la hora de catarlo. No, no es una creencia popular sin hechos que la sustenten. En realidad, se trata de una reacción química en toda regla. Y es que, nuevamente, la química tiene mucho que decir en cómo girar el vino en la copa puede mejorar su cata.
Cuando movemos el vino, lo sometemos a la denominada agitación orbital. Durante ella, las moléculas presentes en él se rompen sobre los poros del cristal. Algo que favorece la lenta liberación de compuestos volátiles y, por tanto, facilita la posibilidad de apreciar con intensidad los aromas del vino en nuestra nariz.
Para que esta experiencia sea plena, hay que tener en cuenta algunos factores. Por un lado, hay que elegir entre los tipos de copas de vino una que facilite esta necesaria oxigenación. Por otro, hay que procurar ser rigurosos con el tipo de movimiento. Y no hablamos, únicamente, de que sea de rotación. También es importante imprimirle una velocidad lenta pero contundente. Y cuidado con esto porque, en caso de agitarlo más de la cuenta, podemos arruinar ese momento de deleite de cerrar los ojos y descubrir la personalidad de un vino.
¿ES NECESARIO GIRAR EL VINO EN LA COPA?
Una buena pregunta. Y, aunque a priori la respuesta en sí, tiene matices. O mejor dicho, un matiz. Los catadores profesionales o avezados en el vino prefieren no girar el vino en la copa de primeras. Para muchos de ellos, poder percibir los aromas en la copa sin agitar facilita a su nariz poder distinguir los distintos aromas del vino. Para empezar, hay que considerar que los aromas primarios son sumamente volátiles. De ahí que el hecho de mover el vino en la copa restaría capacidad de percepción, ya que se mezclarían con los secundarios y los terciarios.
Por eso, una cata comienza habitualmente con un primer olfateo del vino sin agitarlo. Uno que facilita a esas narices entrenadas descubrir detalles tan fascinantes como algunos detalles de la fermentación del mosto o conocer más de su crianza tanto en barrica como en botella. Pero, aunque sea el punto de partida cuando te entregas al arte de la cata de vinos, no cabe duda: el siguiente paso es moverlo dentro de la copa.
La mejor manera de poder sentir, también con la nariz, la personalidad que se esconde en una copa.