Carlos Serres

La relación entre Haro y Francia

El presente de Haro no podría entenderse sin comprender su herencia. Una con acento galo y que, todavía hoy, marca el devenir del municipio. Y es que la relación entre Haro y Francia no forma parte del anecdotario sino que es, en sí misma, responsable absoluta del increíble desarrollo vitivinícola que ha vivido la ciudad desde el siglo XIX hasta su actualidad.

Está claro que Haro ya era una zona en la que el vino era protagonista, como no podía ser de otra manera tratándose de La Rioja. Sin embargo, también es importante saber hasta qué punto la relación con Francia influyó tanto en la elaboración del vino como en la morfología de un municipio, que bebió de muchas de las influencias de los negociants franceses y que se vio favorecida por el floreciente mercado del vino que procuraba la presencia gala.

Y es que entender su presente pasa, de manera irremediable, por mirar al pasado. Por comprender algunas de las enjundias que trajo consigo la influencia francesa y que transformarían la vida de Haro para siempre.

MODERNIZACIÓN, CLAVE DE LA RELACIÓN ENTRE HARO Y FRANCIA

Como decíamos antes, Haro ya era tierra de vinos antes de la llegada francesa. Sin embargo, despuntaría precisamente gracias a la modernización aprendida de su mano. Algo que haría que, por ejemplo, el concepto de bodega cambiara sustancialmente con respecto a las que podían encontrarse en la época en Logroño. Y es que, a pesar de su capitalidad y según crónicas de la época, la elaboración del vino en esta ciudad dejaba mucho que desear en cuanto a metodología y a pesar de mantener el relumbrón de concentrar gran parte de las bodegas riojanas en apenas un par de calles (en Mayor y Rúa Vieja).

A pesar de no ser capital, Haro fue despuntando hasta convertirse por méritos propios en la Ciudad del Vino tomando como punto de partida un factor diferencial con respecto a las bodegas logroñesas: la modernización de sus procesos. Una aspecto que llegaría de la mano de los comerciantes franceses, con mayor formación técnica y con un as en la manga: conocer los principios de Pasteur y aplicarlos en la fermentación del vino.

Antiguas bodegas de Haro

Sería gracias a La Restauración cuando Haro lograra despegar como referencia vitivinícola sin cortapisas. Es importante entender que, por su situación fronteriza, tanto las guerras Carlistas como los alzamientos republicanos que se producían en Álava le afectaban en su devenir diario. Sin embargo, sería gracias a este proceso de paz como Haro ganaría su lugar en el mundo vitivinícola de manera definitiva con la llegada de una línea clave de ferrocarril (un medio de transporte que se vio sustancialmente impulsado por este periodo de paz).

Así, sería gracias a la línea Bilbao-Zaragoza como la calidad del vino de Haro se abriría las puertas más allá de las exportaciones francesas. Y es que sería este singular caballo de metal el que permitiría que la burguesía española de la época comenzara a descubrir lo que entonces se calificaba como «los vinos finos de Rioja».

1892, EL AÑO EN QUE HARO DESPEGÓ COMO CAPITAL DEL VINO

Sería tal el peso específico de Haro en el contexto comercial de La Rioja que en 1892 llegaría el espaldarazo definitivo para encumbrar sus vinos: la creación de la Estación Enológica, prevista de primeras para la ciudad de Logroño. Un hito que coincidiría prácticamente en el tiempo con otro auténtico impulsor del consumo nacional del vino de Haro: la penalización, aranceles mediante, del gobierno francés a cualquier importación de vino procedente de más allá de sus fronteras.

Algo que sucedió cuando el campo galo se había repuesto de la plaga de filoxera que supondría el despegue de Haro. Algo que, lejos de dañar la producción de vino del municipio (que, entonces, ya gozaba de un buen número de hectáreas de viñedo a pleno rendimiento), procuraría que las bodegas jarreñas comenzaran a vender vino al resto de España.

Barrio de La Estación de Haro

Y es que, a pesar de las cortapisas, para entonces Haro ya había escrito su nombre en las páginas del vino de manera definitiva. Ya había creado ese Barrio de la Estación que hoy, todavía, conserva el honor de contar con la mayor concentración de bodegas centenarias del mundo. Ya había descubierto los secretos técnicos de la elaboración del vino; y se había empapado de los conocimientos de aquellos que optaron, como Carlos Serres, por abrir nuevas marcas comerciales que pusieran en valor el sabor de la tierra jarreña.

Una prueba de que, a pesar de las circunstancias francesas, Haro tenía y tiene mucho que decir en el mundo de los caldos del vino. Y que, sobre todo, ha sabido transformar una herencia circunstancial en su propio destino.