Carlos Serres

La importancia del terruño

Si algo tiene el vino es que le debe gran parte de su identidad a la tierra a la que le guarda fidelidad. Una madre única que imprimirá carácter en el sabor de las uvas y, de manera inherente, en cada gota de un caldo. Y es que es el suelo el que dota de determinadas características únicas a un vino; de unos aromas y matices que permiten, incluso, identificar su procedencia cuando nos adentramos en el arte de la cata de vino.

Lejos de ser secundaria la tierra, esa llamado terroir en el mundo vitivinícola, es de suma importancia para los vinos de una determinada zona ya que, sumada a la climatología, dejará su impronta en los caldos.

Porque, y más allá de la influencia del clima en el vino, lo cierto es que son las características físicas y químicas del suelo las determinantes para el resultado que podemos disfrutar dentro de cada botella. Unas que, si bien no podemos percibir a simple vista al hacerlo, han jugado un papel vital para que la tengamos en nuestras manos.

CARACTERÍSTICAS DEL SUELO

Curiosamente, la vid es una de las plantas con uso humano más extraordinarias que existen. A pesar de las apariencias, su rusticidad y dureza la convierten en una especie vegetal capaz de soportar condiciones climatológicas adversas (sin detener su vida ni su crecimiento) o de hundir sus raíces hasta encontrar nutrientes. Una auténtica superviviente de la naturaleza que, en el terreno adecuado, pueda dar lugar a vinos de excelente calidad. Caldos en los que el carácter del suelo puede respirarse, verse y paladearse.

Terruño del viñedo de Carlos Serres

Por esta razón, las zonas vitivinícolas no lo son al azar sino que responden a una mezcla entre tradición (el germen de cualquier presente) y conocimiento. Una suma de variantes que se condensan en ese espacio en el que la tierra cuenta con unas características específicas y que, bajo unas condiciones meteorológicas clave y una ubicación determinada, permiten convertir las uvas en un abanico inmenso de sensaciones.

Es interesante saber que, más allá del suelo o la mano del viticultor, hay una serie de factores que determinan de manera directa la personalidad de un terruño: microclima (entendido como las condiciones que, por proximidad, afectan a una planta como puede ser la aireación del viñedo), mesoclima (aquellas que afectan al viñedo en sí) y macroclima (las características de una determinada zona geográfica o región vitivinícola).

En este trío de factores aspectos como viento, topografía o latitud serán determinantes para moldear la identidad del suelo. Una que, además, contará con un último agente: la mano del hombre. Una capaz de modificar las características de un terruño mediante acciones tan rutinarias como el modo de cultivo. Un hecho que, lejos de ser anecdótico, determinará también a la larga las condiciones del suelo.

¿EXISTE EL TERRUÑO IDEAL?

Lejos de que exista un único suelo perfecto, lo cierto es que la variedad de regiones vitivinícolas del mundo da cuenta de la enorme diversidad de terruños ideales según cada tipo de vino. Y, más allá de las características de cada suelo, es curioso saber que la vid se adaptará de una u otra manera según la personalidad de este; pero, también, que desplegará en sus sabores, aromas y matices diferentes características según el suelo.

Viñedo de Carlos Serres en Haro

Mientras determinados tipos de vides demandan suelos más ricos en algunos minerales como el granito, para otras el terreno ideal debe contar con una mayor presencia de pizarra o caliza. De la misma manera que, mientras algunas vides necesitarán para crecer terrenos arcillosos poco permeables al agua, otras demandarán que el porcentaje de arena será mayor y, para otras, lo ideal será la presencia de grava en la composición del suelo.

Si la variedad química de la tierra no determina un único tipo de terruño como el ideal, tampoco lo hacen otros factores. Y es que podemos encontrar vinos cultivados en climas extremadamente fríos (en las que la elección de cepas de maduración temprana será clave para el éxito de la cosecha), mientras que también hay firmes representantes de buenos caldos en climas más templados como el mediterráneo (en el que se busca, siempre, una mayor altitud con respecto al nivel del mar para lograr una mayor acidez).

Diversidad como clave de la riqueza del mundo del vino. O, citando a Ortega y Gasset, una demostración de que «un viñedo es la vid y sus circunstancias». Sean las que sean.

EL TERRUÑO DE CARLOS SERRES

Si Haro cuenta en la actualidad con más de 600 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid no es por casualidad sino, más bien, porque su tierra reúne una serie de condiciones que lo convierten en lugar perfecta para vinos de Denominación de Origen Calificada Rioja. La única tierra en la que nuestros vinos pueden contar con la personalidad única que les otorga contar con nuestra Finca El Estanque como cuna.

Viñedo Carlos Serres
Y es que, más allá de factores tan importantes como la tradición vitivinícola de Haro, parte de la personalidad de nuestra tierra reside en su composición. Una equilibrada mezcla entre caliza y arcilla que no solo aporta tanto los elementos minerales que demandan las vides como el necesario almacenamiento de agua para hacer crecer la vid. No, más allá de esto esta mezcla química del terruño es la que otorga a nuestros vinos tanto la finura como el extraordinario bouquet. Algo redondeado por la presencia de gravas en la composición del terruño.

A estas circunstancias físicas se le suma un clima marcado por la influencia atlántica, con inviernos fríos y veranos soleados.

El caldo de cultivo ideal para que nuestras vinos tengan un carácter reconocible en cada sorbo.