Carlos Serres

La evolución del vino en la botella

Mucho más que un vidrio, mucho más que el recipiente en el que disfrutamos de un determinado caldo. Lejos de ser únicamente esto, la botella es clave en la evolución de un vino. Una auténtica herramienta que, además de ayudarnos a servirlo, pone su granito de arena tanto en la última fase de elaboración de un vino como en su correcta conservación en el tiempo (siempre sin sobrepasar el tiempo de vida de cada tipo de vino).

Aunque no solemos prestarle mucha atención, lo cierto es que la botella juega un papel protagonista en la enología. Una razón de peso para que existan distintos tipos de botellas de vino pero, también, para conocer más a fondo la importancia de este elemento cuyo uso se remonta al siglo XVII.

Y es que, si bien es cierto que se usa desde entonces, también es interesante saber que sería a partir del siglo XX cuando la botella (elaborada de manera industrial y convirtiéndolas en envases casi estanco gracias a la importancia del corcho en el vino) comenzaría a ganar importancia no solo como clave para la comercialización sino, fundamentalmente, para acabar de redondear las características sensoriales de un determinado vino.

Veamos, pues, cómo influye el almacenamiento de vino en una botella.

FASE DE MADURACIÓN

Al no existir oxígeno dentro de la botella, el vino reacciona entre sus propios componentes. Gracias a esta ausencia es como algunos aromas y matices que el vino ha ganado durante su estancia en barrica se potencien en ese proceso de afinamiento que lleva al bouquet de un determinado vino. Para potenciar este efecto, las botellas han de estar colocadas en estado horizontal para favorecer que el vino no esté en contacto con el corcho y esto pueda estropear el caldo.

Es en esta fase donde muchos de los aromas de reducción que podemos distinguir en la cata de vino se dejarán ver. Matices ligados, fundamentalmente, a compuestos volátiles azufrados que, al catar, podremos identificar levemente.

Por otro lado, es importante saber que es durante este primer proceso evolutivo dentro de la botella cuando podemos encontrar la llamada enfermedad de la botella. Una evolución química que puede estropear un vino, haciendo que pierda su carácter frutal y mostrándose demasiado astringente al paladar.

Evolución del vino en botella

FASE DE PLENITUD

Será en esta fase cuando el vino alcance su máximo esplendor, llegando a desplegar todos los aromas que se le presuponen a un determinado vino. Será en esta fase donde el abanico de aromas y sabores que se han ido creando en la fase de maduración se asientan, además de dotar al vino de las características que posteriormente le darán su personalidad única.

Así podremos identificar en este momento numerosas características que forjarán el carácter de ese vino: la crianza en barrica, las condiciones climatológicas de la añada de ese año, el terruño en el que una determinada vid ha dado sus frutos, etc.

Estas características y detalles que le confieren a un vino su estado ideal durarán, fundamentalmente, durante el tiempo máximo de consumo recomendado que cada tipo de vino establece según sus características.

FASE DE DECLIVE

Y, transcurrido ese tiempo que hace que un vino esté en su máximo apogeo dentro de la botella, llegamos al momento en el que comienza a perder sus propiedades ideales. Ese punto en el que las características organolépticas de un determinado caldo dejan de estar perfectas; ese momento en el que un vino comienza a perder su cuerpo y estructura.

A estos cambios les suelen acompañar dos indicadores: la aparición de precipitaciones y posos en el fondo de la botella; y el cambio de color propio del vino (que perderá su intensidad con tonos malva, para ir tomando tonalidades anaranjadas y amarillas).

Más allá de contemplar el tiempo de cada tipo de vino, será precisamente la coloración del mismo la mejor señal de envejecimiento de un caldo. Una auténtica advertencia de que ese vino que conservamos dentro de una botella necesita imperiosamente ser liberado y disfrutado.