Más de un siglo después, la Estación Enológica de Haro continúa siendo un auténtico referente en el mundo del vino. Una institución que nació con un claro objetivo y que, más de un siglo después, mantiene vivo ese papel protagonista y protector que ha marcado toda su existencia. Y es que, lejos de ser solo un organismo, la Estación Enológica ha sido clave en la evolución del vino de Haro en las distintas etapas de su vida.
Las estaciones enológicas nacieron como iniciativa gubernamental a finales del siglo XIX. Una creación que buscaba, fundamentalmente, modernizar el sistema de producción del vino como respuesta a la grave crisis que vivía el sector en el año 1880. Así Alicante, Ciudad Real, Logroño o Zamora fueron los primeros objetivos de implantación de estas estaciones, si bien el proyecto no se pudo llevar a cabo por falta de personal.
Sin embargo y a pesar de este contratiempo, se crearía con éxito la Estación Enológica Central de Madrid. Una institución que decidiría qué comarcas vitivinícolas eran lo suficientemente importantes como para contar con su propio centro. Sería así como Haro, en 1892, se consideraría con el peso suficiente en el mundo del vino como para contar con su propia estación.
ESTACIÓN ENOLÓGICA PIONERA
El motivo de la implantación de la Estación Enológica de Haro se debió, fundamentalmente, a la necesidad de expandirse a nuevos mercados. Pero no sería solo una cuestión económica lo que haría que esta Estación mantuviera el éxito con el que empezó a lo largo del tiempo: uno de sus principales objetivos fue modernizar a agricultores, viticultores y oficios dedicados al vino haciéndoles conocedores de nuevos métodos de elaboración y actualizaciones del sector.
Con ese punto de partida, la actividad de la Estación Enológica no haría más que evolucionar hasta convertirse en fundamental para el desarrollo de los vinos de Haro. Una relevancia que lograría, sobre todo, por su increíble papel en la recuperación del viñedo. Una situación que pondría a Haro en un punto crítico, ya que la plaga de filoxera que primero asoló Francia encontraría en los viñedos de Haro su siguiente objetivo.
Gracias a la Estación enológica, no solo sería posible lograr que las hectáreas de viñedo volvieran a florecer en Haro sino, también, que estuvieran poblados de las variedades de uvas de Rioja más oportunas dado el tipo de terreno y la climatología.
El peso de la Estación en el desarrollo del vino de Haro también se tradujo en la paulatina educación de la zona en la creación de vinos de calidad, instruyendo e investigando sobre las mejores mezclas posibles entre las uvas de la zona.
Por último y refiriéndonos a su pasado histórico, la Estación Enológica de Haro también jugaría un papel fundamental en la industrialización de los procesos derivados del vino en los años 70. Una apuesta de futuro que permitiría a las bodegas de la zona entender la necesidad de optimizar su producción para poder jugar en la liga de la exportación.
ANIVERSARIO DE LA ESTACIÓN ENOLÓGICA
Tras 125 años, la Estación Enológica de Haro continúa manteniendo vivo ese papel fundamental en el mundo del vino. Y es que, todavía hoy, su acento en la calidad de los caldos de la zona es clave. No solo continúa siendo un auténtico ente de asesoramiento de las distintas bodegas de la zona, sino que además mantiene activos sus procesos de investigación constantes para apoyar el desarrollo de los caldos de Haro.
Un trabajo que se traduce en que, anualmente, la Estación Enológica de Haro analiza más de 26.000 muestras de vino para determinar distintos parámetros rutinarios, como la acidez o el pH, pero también otros referentes a color, pesticidas, aroma o el olor a moho en corchos y maderas.
Un auténtico termómetro de la salud, evolución y devenir de los vinos de Haro. Un auténtico guardián de la personalidad de los caldos de una tierra con una identidad propia que conquista, día a día, el mundo con sus sabores.