Carlos Serres

Diferencias entre vino rosado y vino clarete

Quizás por sus tonalidades o porque son dos de los grandes desconocidos, es habitual confundir los vinos rosados con los claretes. Algo que suele llamar a tal error, que son muchos los amantes del vino que creen que tanto el uno como el otro son el mismo tipo de vino. Una aseveración que está muy lejos de la realidad.

Y es que, a pesar de las apariencias y de los mitos, las diferencias entre vino rosado y vino clarete se fundamentan en dos aspectos básicos: por una parte, el tipo de uva con que está elaborado cada tipo de vino; por otra, el proceso de elaboración de cada vino.

Dos aspectos que rompen de manera diametral con una de las antiguas prácticas con que se elaboraba el clarete y que, actualmente, está prohibida por la Unión Europea: mezclar vinos tintos con blancos.

¿CUÁLES SON LAS DIFERENCIAS ENTRE EL ROSADO Y EL CLARETE?

Comencemos por una de sus principales diferencias: el tipo de uvas utilizadas en cada vino. En el caso de los vinos rosados, sus características y color se deben a una cuidada mezcla de uvas tintas (pautando un mínimo del 50% de la cantidad final de uva) o, bien, de tintas mezcladas con blancas. En el caso de los vinos claretes, la base siempre es una uva blanca y una mínima presencia de uva tinta.

Si bien estas proporciones no son definitorias para entender las diferencias entre vino rosado y vino clarete, es más interesante conocer cómo se elabora cada uno de ellos. Dos procesos diferentes que, si bien comparten algunas similitudes, dan lugar a dos vinos diferentes.

Cómo se elabora el vino rosado y el clarete
En el caso del vino rosado, es importante saber que se elabora «en blanco». O, lo que es lo mismo, mediante un sangrado del depósito con el que se eliminan las pieles para fermentar únicamente el mosto resultante (un proceso exactamente igual al que se utilizar para elaborar los vinos blancos). Pero antes de llegar a ese momento, el mosto estará macerado con las pieles de las uvas y, en función del número de horas que esté en contacto con las pieles, su coloración será más o menos intensa. De ahí, el mosto sangrado pasará a una fermentación sin hollejos y siempre a baja temperatura que buscará potenciar los aromas primarios de la uva.

En la presencia de hollejos radica una de las principales diferencias con respecto al proceso de elaboración del vino clarete. En estos vinos, los mostos se fermentan con el hollejo dando como resultado un vino de baja coloración (recordemos que la uva blanca no aporta color). En cuanto a la vinificación, los claretes se procesan como un tinto.

Si en algo se parecen tanto los vinos rosados como los claretes es en su consumo. Tanto uno como otro han de consumirse dentro del mismo año de su embotellado (importante respetar la vida de los vinos), y hacerlo entre los 8 y los 12 grados para poder disfrutar de todo su potencial.