El mundo del vino es fascinante y complejo, y uno de los aspectos más interesantes y menos conocidos por el público en general es su proceso de crianza. La crianza del vino es una etapa crucial en la elaboración de esta bebida, que puede marcar la diferencia entre un vino corriente y uno verdaderamente excepcional.
En este post, nos adentraremos en qué es la crianza del vino, cómo ha evolucionado a lo largo de los años, cómo se realiza, por qué es importante y analizamos algunos de los tipos de crianza de vino más destacados: crianza en barricas y crianza en depósitos de hormigón.
¿Qué es la crianza del vino?
La crianza del vino es el proceso mediante el cual un vino se somete a una serie de transformaciones físicas y químicas después de su fermentación, con el fin de mejorar su calidad, estabilidad y complejidad.
Durante la crianza, los vinos adquieren nuevas características organolépticas, como aromas y sabores, y desarrollan una estructura más equilibrada y armoniosa. La crianza puede llevarse a cabo en diferentes recipientes y bajo distintas condiciones, dependiendo del tipo de vino deseado y las preferencias del enólogo.
Evolución de la crianza del vino a lo largo de la historia
La crianza del vino es una práctica milenaria que se remonta a las antiguas civilizaciones del Mediterráneo, como los egipcios, los griegos y los romanos. A lo largo de los siglos, las técnicas y métodos de crianza han evolucionado y se han adaptado a las necesidades y preferencias de cada época y región vitivinícola.
En sus orígenes, la crianza del vino se realizaba en ánforas de barro o en toneles de madera, que permitían una lenta oxigenación del vino y la incorporación de aromas y sabores procedentes del recipiente. Con el tiempo, la crianza en barricas de roble se convirtió en el método más extendido y apreciado, especialmente en Europa, debido a las características únicas que este tipo de madera aporta al vino.
No obstante, existen otras técnicas de crianza que, aunque son menos conocidas, aportan al vino características únicas. Este es el caso de los depósitos de hormigón, que brindan un entorno controlado para la crianza del vino y aportan una mayor neutralidad aromática y gustativa.
Cómo se realiza la crianza del vino
La crianza del vino comienza después de la fermentación, cuando el mosto se ha transformado en vino y se ha estabilizado mediante procesos como la clarificación y la filtración. A partir de ese momento, el vino se traslada a los recipientes de crianza, donde permanecerá durante un período que puede variar desde unos meses hasta varios años, dependiendo de la variedad del vino (Crianza, Reserva, Gran Reserva, etc.) que se pretenda obtener y de las metas del enólogo.
Durante la crianza, el vino experimenta una serie de cambios físicos y químicos que influyen en su color, aroma, sabor y textura. Estos cambios son el resultado de la interacción del vino con el oxígeno, los microorganismos presentes en el ambiente y los compuestos derivados del recipiente de crianza.
Importancia de la crianza del vino
La crianza permite que el vino desarrolle una mayor complejidad y profundidad, al tiempo que suaviza y equilibra sus componentes, como los taninos, la acidez y el alcohol. Además, la crianza puede mejorar la estabilidad y la longevidad del vino, permitiendo que evolucione favorablemente en botella y alcance su máximo potencial organoléptico.
Tipos de crianza de vino
Aunque lo más habitual es ver que la crianza de los vinos se realiza en barricas de roble, esta también puede realizarse en la propia botella u otro tipo de recipientes como los de hormigón o acero inoxidable. A continuación vamos a detenernos y explicar en mayor detalle dos de las más especiales:
Crianza en barricas
Para ver la importancia de la crianza de los vinos a través de esta técnica, vamos a remontarnos al pasado de La Rioja. Carlos Serres y los bodegueros franceses que llegaron a Haro a finales del siglo XIX trajeron consigo una forma de elaborar y criar los vinos muy poco desarrollada en Rioja y en la mayoría de los diferentes territorios vitícolas españoles. La elaboración mediante la técnica del despalillado y, sobre todo, la crianza en barricas de roble, donde el vino se afinaba durante un periodo de tiempo.
La crianza en barricas de roble es el método más tradicional de crianza del vino. Las barricas aportan al vino una amplia gama de aromas y sabores, como vainilla, coco, especias y tostados, además de contribuir a su redondez y suavidad en boca. El tipo de roble (francés o americano), el tamaño de la barrica, el tiempo de crianza o el grado de tostado, entre otros factores, influyen en las características finales del vino que se obtiene.
Crianza en depósitos de hormigón
Por otro lado, la crianza en depósitos de hormigón es una alternativa muy versátil que ofrece ventajas como una mayor neutralidad aromática y gustativa, una temperatura constante y una menor exposición al oxígeno. De hecho, el hormigón es uno de los materiales nobles que en la actualidad gozan de más prestigio en la actualidad del sector del vino premium.
En su época, Carlos Serres fue la única Bodega de Haro que decidió apostar por la continuidad de este tipo de contenedor tanto para la elaboración como para la crianza de sus vinos. Una de las principales ventajas del hormigón es que es capaz de producir una microoxigenación muy interesante que se va aportando lentamente al vino, mejorando su evolución y manteniendo los aromas primarios de la fruta frente a otro tipo de recipientes. Así, los vinos criados en hormigón suelen ser más frescos y frutales, con una expresión más pura del terroir y de la variedad de uva.
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En conclusión, la crianza del vino es un proceso apasionante y esencial en la elaboración de vinos de calidad. Conocer las técnicas y los métodos de crianza, así como sus diferencias y particularidades, nos permite apreciar aún más la complejidad y la riqueza del mundo del vino y disfrutar de cada copa con una perspectiva más profunda y enriquecedora.