Seguramente nos sentiremos identificados con ese momento en el que, después de preparar una mesa con sumo mimo para que no le falte ningún detalle, nos disponemos a servir el vino y empezamos nuestro encuentro «decorando» el mantel con esas poco estéticas manchas de vino.
Algo que cobra tintes dramáticos en nuestra mente como anfitrión, pero que puede convertirse en tragedia (también mental) si el mantel que salpicamos de vino es ajeno. Toda disculpa nos parecerá poca, y ese atrevido momento en el que decidimos tomar la iniciativa convencidos de saber cómo presentar y servir un vino nos parece la peor idea que hemos tenido en mucho tiempo. Es más: según el carácter del propietario del mantel (si es de carácter maniático, la preocupación será mayor) y el color (la tragedia máxima es que sea blanco), despediremos la velada volviendo a pedir disculpas por haberlo manchado; argumentando esa dificultad propia del vino para salir de los tejidos para martirizarnos, si cabe, un poquito más.
Pocos amantes del vino no se acaban de ver reflejados en esta tragicomedia (comedia para quienes lo leen con cierta distancia del mantel que salpicaron con vino), porque nadie está exento de haber pagado esta novatada en algún momento de su vida con una botella de vino entre las manos. Así que, para evitar volver a caer en los mismos errores, nada como quitarnos un peso de encima descubriendo cuatro consejos para servir el vino sin salpicar:
1. Discos drop stop
Es, quizás, una de las soluciones más económicas y accesibles para evitar salpicar al servir el vino. La flexibilidad de estos finos discos de aluminio nos permite enrollarlos y colocarlos en la embocadura de la botella, creando un vertedor que encajará en el cuello de la misma y evitará cualquier derrame de vino. Después de servir, tendremos que retirarlos para volver a colocar el corcho de la botella (pueden lavarse y reutilizarse).
2. Vertedor antigoteo
Más elegante que la solución anterior. En el mercado de los accesorios del vino, podemos encontrar un buen número de ellos destinados únicamente a evitar que manchemos el famoso mantel que mencionábamos al principio: desde los semiembudos antigoteo (que suelen ser de materiales transparentes, para que disfrutemos de ver salir el vino de la botella sin sobresaltos) a otros de diseño como los corchos antigoteo (que nos facilitarán mucho la labor ya que, una vez servido el vino, podemos tapar con el mismo accesorio la botella).
3. Anillos antigoteo
Para muchos, este goteo sistemático a la hora de servir el vino se debe a que las bocas de las botellas no están correctamente rematadas. De ahí que los anillos antigoteo suplan ese poquito que les falta para no hacernos pasar malos ratos. Bastará con colocarnos en la boca de la botella.
4. La técnica del sumiller
Y, más allá de chícheres y artilugios, nada como practicar hasta perfeccionar la manera correcta de servir el vino. O, lo que es lo mismo, ese gesto de muñeca que consiste en girar la botella al terminar de servir una copa para evitar derramar esa última gota kamikaze dispuesta a manchar el mantel. Está claro que no lograremos a la primera cogerle el punto a ese ligero giro que, seguramente, hemos observado en los sumilleres. Pero también es cierto que, con un poco de tesón, podremos conseguirlo.
Conseguirlo y lo que es más importante: lograr que el propietario del mantel vuelva a depositar la confianza de su ajuar en nosotros cuando decidamos envalentonarnos y servir el vino. Una nueva prueba de fuego que, con cierta maestría, no podrá empañar el auténtico objetivo de cualquier botella de vino: hacernos disfrutar de la experiencia de un caldo sin pensar en la lavadora.