Como tantas otras cosas en el mundo de los caldos, cómo presentar y servir el vino no solo forma parte del ritual de su disfrute. Más allá de ello, estos dos gestos que podemos considerar parte del ceremonial tienen, además, una implicación directa en cómo disfrutamos del sabor de un determinado vino.
Un motivo de peso para que, cuando se nos sirve un caldo de la mano de un sumiller o un profesional, se vele por seguir este rito con un solo objetivo: que podamos disfrutarlo con todas sus propiedades y personalidad. Y, si disfrutamos de un vino así cuando estamos fuera de casa, ¿por qué no hacerlo también dentro de ella si somos amantes de los matices que encierra cada botella?, ¿por qué razón renunciar a esos pequeños gestos que se han perfeccionado a lo largo del tiempo hasta ser parte inherente de la experiencia de disfrutar de un vino?
Así y más allá de estos gestos fundamentales que vamos a repasar, es importante contemplar otro par de aspectos importantes. Por un lado, la temperatura adecuada para cada vino (vital para disfrutarlo en plenitud); por otro, respetando siempre el tiempo de vida de cada caldo (algo que supone un auténtico aval de calidad).
La presentación de la botella
Incluso cuando el vino que vamos a disfrutar sea en casa, es importante no obviar este paso en nuestro protocolo. Y es que presentar la botella a nuestros comensales o con quienes compartamos un determinado vino será una manera de poner en valor el caldo que vayamos a disfrutar. Gracias a esta presentación, podremos comentar los detalles básicos de una determinada botella (denominación, añada e, incluso, detalles de su ficha de cata).
Si este gesto de presentación puede parecernos secundario, no lo es el cómo manipulemos la botella. Y es que, si queremos evitar estropear esa temperatura perfecta que hemos comentado como aspecto importante, tendremos que manejar la botella sujetándola por la base. De esta manera, no solo evitaremos que nuestro calor corporal pueda modificar las condiciones de frío de una botella sino que, además, favorecerá el protagonismo estético de la botella.
El descorche del vino
Lejos de la idea preconcebida de que descorchar un vino correctamente es, únicamente, retirar el corcho; lo cierto es que este paso lleva algo más de trabajo. Para empezar, porque tendremos que retirar con cuidado la cápsula que protege el cuello de la botella y no solo eso sino, también, limpiar el cuello de la botella antes de servir el vino (algo que podemos hacer con un paño o un papel absorbente).
Con la botella preparada, descorchar no es solo introducir el tirabuzón en el corcho. Para evitar que el corcho se pueda romper y enturbiarnos el sabor de un vino, lo ideal es introducirlo justo en el centro y se manera perpendicular a la botella. Por último, es importante contemplar que la extracción del corcho debe ser todo lo silenciosa posible (o, lo que es lo mismo, un mero detalle que sea antesala del disfrute posterior).
La degustación
Antes de poder disfrutarlo, la decantación de un vino nos ayudará a enriquecerlo. Y es que la oxigenación (sobre todo en los vinos Reserva y Gran Reserva) permitirá que el vino sea más suave y redondo e, incluso, que despierte algunos matices que de no vivir este proceso estaríamos perdiéndonos. Lo que sí es importante es no demorar mucho la decantación con respecto a la degustación, ya que si eso sucediera el vino perdería frescura.
Con el vino decantado, lo ideal es servir una pequeña cantidad de la copa (una buena guía es administrar una tercera parte de la copa). Además y para no salpicar, verteremos el vino en el centro de la copa (para evitar que este gesto pueda ensuciar los platos o mantelería de alrededor) y giraremos la botella ligeramente al acabar de servir (para que esa última gota del cuello no manche sus alrededores).
Y, por último, solo nos queda un consejo: disfrutar del vino sujetando correctamente la copa (o, lo que es lo mismo, tomándola por la base del tallo). Una manera de evitar modificar la temperatura propia del vino, y lo que es más importante: saborearlo en plenitud.