Carlos Serres

¿Cómo es una bodega estilo bordelesa?

Si bien la tierra marca la personalidad de un vino, no lo hace menos su manera de criarlo. Un proceso perfeccionado con los siglos que es clave para convertir uvas en caldos ricos en aromas y matices que invitan a disfrutar.

Y, de entre las múltiples maneras de criar el vino, sin duda hay un estilo que ha ganado protagonismo con el paso de los siglos sorbo a sorbo: la bodega bordelesa.

Un estilo de crianza del vino que marca el carácter del vino e, incluso, de una de las épocas más florecientes del sector vitivinícola de La Rioja. Un estilo de bodega en el que la barrica salvaguarda las claves de su singular sabor. Y, aunque la utilización de las barricas no es invención francesa sino una herencia de la tradición más antigua del vino (hay documentación que prueba que los Etruscos ya la utilizaban); sí es cierto que su establecimiento en las tierras de La Rioja propició hasta hoy el uso de una bodega en las que ellas, las barricas, son estratégicas  para el sabor del vino.

CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LA BODEGA BORDELESA

Una de las principales diferencias de las bodegas bordelesas radica en las barricas utilizadas para la crianza del vino. De hecho, son las barricas quienes en realidad reciben el sobrenombre de barricas bordelesas. Un estilo que conserva de manera fidedigna el estilo de hacer vino de aquellos bodegueros de la Borgoña francesa que se asentaron en La Rioja a finales del XIX.

La bodega bordelesa se diferencia de las demás fundamentalmente en su capacidad: si bien el tamaño convencional de una barrica es de 200 litros, la característica de la bodega bordelesa es de 220 (aunque, curiosamente, las propias de la Borgoña francesa eran de 300 litros). El motivo para este aumento significativo de volumen con respecto al que era, hasta entonces, el tamaño tradicional de barricas de La Rioja respondía a que así se lograba el óptimo contacto entre el vino y la superficie de la madera.

El roble americano, tradición del sabor de La Rioja

Y es precisamente ella, la madera, otra de las características fundamentales que definen una bodega bordelesa. Su protagonismo en el sabor final de un vino es tal que es imperativo de este estilo bodeguero que las barricas estés fabricadas con roble. Una elección que no se hace a la ligera sino que busca, fundamentalmente, suavizar la textura del vino y darle estabilidad. Algo que facilita, incluso, la evolución del vino hasta permitir que el resultado final de un caldo sea agradable y redondo.

La predisposición de la bodega bordelesa por el roble se debe a que supone la madera perfecta para acabar de perfilar el perfil organoléptico del vino estilo Burdeos. Es más: el uso del tipo de roble (francés o americano) influye incluso en la nota de cata de un determinado caldo: vainilla, chocolate, tabaco, caramelo o café son algunos de los aromas que podemos saborear en un determinado vino y que son fruto de su crianza en barrica.

El carisma de un vino criado con un estilo particular que, en La Rioja, rinde tributo a su pasado pero, sobre todo, a su presente.