Carlos Serres

¿Cómo entender la etiqueta de un vino y no desesperar en el intento?

Seguro que, en alguna ocasión, te has sentido completamente perdido al leer en profundidad la etiqueta de una botella de vino. Un gesto lógico y recurrente con el que cualquier amante de los caldos busca satisfacer esa innata curiosidad de saber más y más de lo que encierra dentro de sí una botella. Sin embargo, en muchas ocasiones la tarea no resulta tan sencilla. Una etiqueta de vino cuenta, a pesar de la limitación de espacio, con una increíble cantidad de información. Algo maravilloso para conocer, incluso sin probarlo, más de la personalidad de un vino.

Lo que, a priori, debería resultar sumamente sencillo puede complicársenos por momentos. Las etiquetas de las botellas de vino condensan una cantidad de datos ingente pero que, debido a la necesidad de cumplir con las estrictas reglamentaciones, pueden hacernos incluso pensar que están escritas en arameo. Descifrarlas es mucho más sencillo de lo que parecen siempre y cuando conozcamos a qué hace referencia cada uno de los términos o nomenclaturas que figuran en ellas.

Y que nadie se asuste. Leer la información de una etiqueta de vino no requiere ni de un curso avanzado en caldos ni de brújula. En realidad, basta con conocer qué tipo de información podemos encontrar en las distintas etiquetas y, sobre todo, manejar algunos de los términos básicos del vocabulario del vino.

¿QUÉ ENCONTRAMOS EN LA ETIQUETA DEL VINO?

Empecemos por la cara más visible de una botella. Esa en la que no solo figura el nombre de la bodega o el del vino sino, además, mucha otra información interesante para quien va a disfrutar de él. Es necesario comprender que las etiquetas buscan, precisamente, dotar al amante de los caldos del máximo de información posible sobre cada uno de ellos. Una manera de situarle, antes de descorchar, en lo que va a encontrar dentro del vidrio.

Cómo leer la etiqueta de una botella de vino

Para empezar, en la etiqueta de cualquier vino podemos confirmar dos aspectos determinantes: la Denominación de Origen a la que pertenece, y el año de cosecha. Lejos de ser secundarios, estos dos datos son cruciales. Por un lado, porque la pertenencia a una determinada Denominación de Origen ya nos da pistas sobre el caldo que vamos a disfrutar. Por otro, porque el año de cosecha nos permite enmarcar e, incluso, investigar cuál es la valoración de la añada en cuestión.

Además de estos datos, hay otros dos que también son referencias interesantes para el consumidor. Y no nos referimos únicamente a poder conocer la graduación alcohólica de un determinado caldo. Lo hacemos, también, a un aspecto igual de interesante: la cantidad de vino de la botella. Es cierto que, a pesar de los distintos tamaños de las botellas de vino, las de 75 cl. se consideran la medida estándar. Pero, en caso de que estemos ante un botella de otras dimensiones, saber la cantidad exacta de vino que contiene será sumamente útil por ejemplo para saber cómo calcular cuánto vino llevar a una cena.

¿Y EN LA CONTRAETIQUETA?

Y aquí es, realmente, cuando la cosa se complica. Porque si nos parece que la etiqueta ya tiene mucha información, es realmente en la contraetiqueta donde se condensan los datos más específicos. Y no tanto porque las bodegas quieran sino, nuevamente, porque las reglamentaciones exigen que cada botella de vino muestre un buen número de detalles de su contenido.

Dejando a un lado temas estrictamente legales, como la razón social del embotellador, en la contraetiqueta también figuran datos como el número de lote o la cantidad de sulfitos presentes en el caldo. Pero si esta información es interesante, lo es todavía más otra: la que las bodegas plasman en la contraetiqueta. Esa mínima ficha de cata en la que, además de poder conocer qué variedades de uva se han usado o cómo ha sido su proceso de elaboración, podemos hacernos una composición de lugar de sus sabores y aromas.

Una información que, sin duda, hace las veces de mapa para quienes quieren descubrir lo que esconde una botella de vino.