Carlos Serres

Haro, costa del vino 1965

Historia del Barrio de la Estación en Haro

La historia de La Rioja está indisolublemente ligada a la de sus vinos, y ésta, a su vez, al Barrio de la Estación de Haro. Se trata de un lugar emblemático, cargado de simbolismo y conocido como ‘la milla de oro del vino’, ya que en sus calles se fraguó una auténtica revolución vitivinícola que abriría la vía a la imparable carrera de los vinos riojanos y daría lugar, a comienzos del siglo XX, a la primera Denominación de Origen de España, la DOCa Rioja. 

Hoy, pasear por el Barrio de la Estación de Haro es un viaje en el tiempo a través de siglos y siglos de dedicación al cultivo de la vid, entre caminos de hierro y olor a roble,  contemplando la mayor concentración de bodegas centenarias del mundo. En este artículo te contamos la historia de un barrio legendario, el Barrio de la Estación de Haro, un distrito que le debe mucho al vino, pero mucho también a la esperada llegada del ferrocarril.

Haro, La Rioja y su larga tradición vinícola

La ciudad de Haro, en condición de villa hasta 1891, cuenta con una larga historia en torno al vino que ha acabado por convertirla en indiscutible capital de Rioja. Aunque el cultivo de la vid en la región se remonta muy atrás, no fue hasta el siglo XV cuando se empezó a comerciar hacia puertos cántabros con los excedentes vinícolas.

En 1669, Haro ya contaba con 116 bodegas y 65 cuevas, algunas de ellas incluso excavadas en las laderas del Cerro del Castillo y Santa Lucía y otras construidas bajo las edificaciones de las calles. Sin embargo, la distribución de lo producido se hacía muy difícil debido a los escasos avances del momento en medios de transporte.

El comercio y transporte del vino

A pesar de que el vino ha sido una bebida muy extendida desde las sociedades más tradicionales, su transporte tardó siglos en dejar de ser una compleja misión. Conseguir trasladar a regiones en las que no se cultivaba la vid un elemento líquido como es el vino, susceptible de alteraciones en su sabor y calidad por el paso del tiempo y por un mantenimiento inadecuado, exigía unas condiciones muy delicadas y específicas para el transporte. Por eso, la construcción de la estación de tren supuso una auténtica revolución en la zona: el sector del vino creció, se expandió con rapidez hasta nuevas fronteras y la ciudad de Haro vivió una enorme transformación urbana y cultural.

El origen del Barrio de la Estación de Haro

Hasta el nacimiento del tren, el transporte de vino en nuestro país se realizaba en carros tirados por caballos o vacunos a través de calzadas romanas, cañadas pastoriles o los caminos del vino, conocidos como ‘carravinateros’. Con la llegada del ferrocarril todo cambió: la actividad vitivinícola aumentó y la distribución de vino pudo llegar desde zonas remotas hasta fronteras y puertos marítimos. También se transformó el territorio de Haro, que durante esos años sufrió una gran especulación, vio cómo se disparaba el valor de algunas tierras, se expropiaron terrenos y se cortaron viejos caminos y zonas de regadío. Con el proyecto de la estación de ferrocarril y su inauguración, el 30 agosto de 1853, muchos empresarios se instalaron alrededor de las vías para poder acceder de forma más rápida y fácil al transporte de sus productos, dando lugar así a los orígenes del Barrio de la Estación de Haro.

ferrocarril en haro

La llegada de los franceses

A mediados del siglo XIX, los viñedos franceses sufrieron la crisis del hongo oídio y, más adelante, de la filoxera, lo que hizo que muchos comerciantes galos se trasladaran a territorio riojano, en concreto a los alrededores de la estación de ferrocarril de Haro para exportar al mercado francés vino español aprovechando los bajos aranceles que entonces había entre los países vecinos. Lo hacían a granel, sin embotellar ni envejecer, y, de forma simultánea, empresarios locales empezaron a especializarse en la elaboración de vinos finos en el mismo Barrio de la Estación. Tiempo después, una vez acabado el tratado hispano-francés, los empresarios españoles aprovecharon las instalaciones e infraestructura que habían impulsado los almacenistas franceses, se construyeron nuevas edificaciones con mucho capital vasco y, para finales del XIX y comienzos del XX, el Barrio de la Estación de Haro adquirió la configuración urbana que conserva en la actualidad, aunque por entonces compartía territorio con fábricas de aguardientes, jabones y abono.

haro 1957 exhibicion de fabricacion de barricas

La Bodega Carlos Serres

De las bodegas y almacenes franceses que se construyeron en aquellos tiempos, no queda ninguno ya en pie, aunque en un paseo por el Barrio de la Estación de Haro podamos caminar entre muchas edificaciones de finales del XIX  (la más antigua, la de R. López de Heredia y Landeta, data de 1877).

COMIENZOS DE SERRES EN LAS CUEVAS

Nuestro fundador Charles Serres llega a Haro en 1885 y poco después comienza a trabajar haciéndose cargo de la exportación de vinos y cereales de la empresa Alphone Vigier Decourteix. En 1890 se constituye Vigier y Compañía, donde Carlos Serres comienza a trabajar en el Barrio de la Estación. Desde entonces, transcurrirían tan solo 6 años hasta que Carlos Serres funda su propia bodega —aunque comenzó llamándose Viuda de Cipriano Roig y Charles Serres— dedicada desde un primer momento a la venta al exterior. De esta manera, nuestra primera bodega Carlos Serres y su almacén de venta también nació y estuvo emplazada durante años en este histórico Barrio de la Estación. No obstante, años más tarde y hasta 1967 la bodega cambió su ubicación y nos trasladamos a la calle Cuevas 14, también en Haro. Un año más tarde, en 1958, nos desplazamos a las que son hoy en día nuestras instalaciones actuales (situadas en Avenida de Santo Domingo de la Calzada, 40), en respuesta a las necesidades de crecimiento de los vinos de Carlos Serres.

Una vez que la familia Vivanco se hizo cargo del proyecto, alrededor de los años 2.000, se inició una ambiciosa renovación de las instalaciones que no sólo se destinaron a la obra sino que también fueron dirigidos a una mejora en los vinos y en la propia imagen de la marca Carlos Serres. Una peculiaridad de nuestros vinos es que se elaboran todos en depósitos de hormigón, lo que permite una mayor micro-oxigenación en su proceso de elaboración, y da como resultado una mejor evolución de los vinos manteniendo los aromas primarios de la fruta frente a otro tipo de recipientes.

Hoy nuestras instalaciones conservan el legado centenario de nuestros orígenes y de su fundador, fusionado con un diseño contemporáneo. Así, tradición y modernidad dan forma y personalidad a nuestros vinos, respetando nuestras raíces y sin renunciar a la vanguardia.

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