Es uno de los compañeros por excelencia de la historia de la Humanidad desde los tiempos más remotos. Quizás por eso, el vino cuenta con un buen número de mentiras que forman parte de su propia historia. Unas falsedades que se han colado en el imaginario popular como verdades absolutas, aunque solo sea porque la tradición las avala. Unas falacias que, en ocasiones, pueden incluso entorpecer el disfrute de un vino o, incluso, arruinarlo.
Si bien durante siglos el vino fue una bebida reservada para unos pocos, la actualidad ha democratizado su consumo. Es cierto que solo aquellos amantes del vino que se entregan a descubrir cómo catar un vino y educan sus sentidos para ello saben desentrañarlo. Pero también lo es que podemos romper mitos y falsas creencias para aprender más de este apasionante mundo. Una manera, también, de sacarle todo el provecho a una botella, incluso si no somos muy duchos en la materia.
Y, dada la tradición de esta bebida, son muchas las mentiras más comunes sobre el vino. Unas acumuladas a lo largo de los siglos, y transmitidas como parte de su «cultura».
Vemos cinco que, seguro, hemos escuchado alguna vez y que nada tienen de verdad.
1. Cuanto más viejo es un vino, mejor
Una de las más habituales, y que nada tiene de verdad absoluta. En muchas ocasiones, nos guiamos por la referencia de la edad de la botella para tomar una elección. Creemos que, cuanto más tiempo pase un vino en barrica, mejor será. De hecho, seguro que en alguna ocasión hemos escuchado una de las preguntas más típicas: ¿qué vino es mejor, crianza o reserva? Una duda recurrente, que suele decantar la balanza siempre hacia el reserva. Algo erróneo, ya que no siempre es garantía de ser mejor que un crianza.
El tiempo en el vino es, sin duda, un factor decisivo. De eso no cabe duda. Pero también lo es que los distintos métodos de crianza y tiempos que manejan los diferentes vinos aportan a un caldo unas u otras características. Detalles que pueden satisfacer a unos u otros paladares por una cuestión de gustos personales. Para algunos, la calidad está en la frescura que tienen los vinos jóvenes. Para otros, la calidad está en las notas amaderadas y complejas de los reservas. No hay una máxima que defina cuál es mejor.
Además de esto, tampoco el exceso de tiempo es bueno para el vino. Conocer qué vida tienen los vinos es clave para no llevarnos malas sorpresas. Por más que creamos que guardar eternamente una botella la mejorará, nada más lejos de la realidad.
2. El vino tinto para la carne, el vino blanco para el pescado
Uno de los mitos clásicos. Aunque está claro que en lo que respecta a maridar con vino no hay nada escrito sobre piedra, esta presunta verdad es una de las primeras que tenemos que desterrar. Una sustentada, fundamentalmente, en que la variedad actual en el mundo del vino es tal que es posible acompañar carnes, como la de pollo, con vinos blancos; y pescados más rotundos de sabor, como el atún, con vinos tintos.
Lo importante no es ceñirnos a que el vino tinto es para la carne y el blanco para el pescado. Lo importante es buscar un equilibrio de sabores entre la copa y el plato. Uno que haga que funcionen de manera conjunta, acompañándose sin solaparse. Sin hacerse sombra. Independientemente del color del vino o del producto del plato.
3. El vino rosado es solo para mujeres
Es uno de los grandes damnificados de la historia del vino, y no por ello es real todo lo que se dice sobre él. Más que habitual es escuchar que el vino rosado es de menor calidad que un tinto o un blanco. Una mentira sustentada en un pasado lejano, que se rompe tan pronto se conoce cómo es la elaboración del vino rosado.
Pero además de este aspecto, que ya ha quedado claro que es incorrecto, al vino rosado se le suele acompañar de otros atributos erróneos. Por un lado, que es ligero y fácil de beber. Por otro, y como consecuencia de este par de presuntas características, que es un vino para mujeres. Una connotación considerada durante mucho tiempo negativa en el mundo del vino, que nuevamente es errónea.
De hecho, a día de hoy, existen grandes vinos rosados perfectos para maridar con verduras, pastas, arroces o tortillas.
4. Hay que fiarse de las puntuaciones de los vinos
A pesar de que la guía Parker parece diferenciar el buen vino del que no lo es, tampoco es verdad. Al final, la cata de vino está sujeta a un buen número de connotaciones tan personales como lo es el gusto de cada uno o, incluso, sus recuerdos personales. El hecho de que un determinado vino que nos guste no esté en esa famosa lista no significa que no tengamos paladar para los caldos. Más bien, implica únicamente que nuestro gusto no coincide con el del famoso crítico.
De ahí que, más que elegir un vino por la nota que tiene, lo hagamos por lo que sabemos de él a priori. Por su lugar de procedencia, la uva de su elaboración o su tiempo de crianza.
5. Los vinos baratos son malos
Otra de las mentiras por excelencia. Solemos creer que la calidad de algo la marca su precio, y no es del todo cierto. Es verdad que un vino, cuanta mayor sea su crianza, más caro es. Algo que está valorando ese tiempo que ha permanecido acabando de evolucionar. Sin embargo, eso no significa que un vino joven o un crianza con apenas un año de barrica sea de mala calidad. ¡Nada más lejos de la realidad!
¿Conoces alguna mentira sobre el vino más? ¡Cuéntanosla!