Carlos Serres

Labores del viñedo en primavera: las plagas

La llegada del buen tiempo no solo es el momento de despertar de la viña. También lo es del resto de la naturaleza. Algo que incluye un grupo de auténticos enemigos del viñedo: las plagas. Un conjunto de hongos, insectos y animales que, con la vuelta del calor, pueden entorpecer el ritmo regular del ciclo vegetativo de la vid en primavera. O, incluso, peor: pueden llegar a acabar con la propia planta.

A pesar de ser un ejemplo vegetal de rusticidad y de capacidad de adaptación, la vid es una planta sumamente sensible a las plagas. Es más: bien podría decirse que, cuanto más delicada es la variedad de uva, mayor es el riesgo de que la cepa y los racimos sean atacados o acaben enfermos. La explicación es sencilla: cuanto más fina sea la piel de una uva, más frágil resulta para esos agentes externos que ven en ella el manjar que es.

Además, hay que considerar que la primavera cuenta con todos los elementos propicios para las plantas pero, también, para las plagas. El aumento de las temperaturas se une a la profusión de lluvias. Dos factores que, sumados al incremento de las horas de luz, procuran el caldo de cultivo ideal para que estos incómodos visitantes hagan acto de presencia.

Así pues, y dejando a un lado a los virus que pueden llegar a afectar al viñedo, pasémosle revista a algunas de las plagas más comunes. Unas que, en gran medida, suponen un auténtico dolor de cabeza para los viticultores.

LA FILOXERA Y NEMÁTODOS

Comencemos por la que fue el gran azote del viñedo en el siglo XIX: la filoxera. Un insecto que, a pesar de tener una incidencia casi anecdótica en el día de hoy, se considera todavía el gran enemigo del viñedo. Familia del pulgón, está íntimamente ligada a la historia del vino de Haro. Y es que sería gracias a su crecimiento desmedido en los viñedos franceses como numerosos bodegueros galos, incluyendo a Carlos Serres, descubrirían el atractivo vitivinícola de nuestra tierra.

La filoxera es una plaga parásita que no solo se alimenta de las raíces de la vid sino que, además, las utiliza como nido de sus larvas. Un comportamiento que genera un debilitamiento paulatino de la planta, que está siendo devorada de manera silenciosa. Otra de sus características es su increíble poder de colonización. Una vid infectada por filoxera muere en un plazo brevísimo de tiempo, completamente desnutrida por el efecto de este insecto.

A día de hoy, la presencia de filoxera en los viñedos es prácticamente nula. Más allá de tratamientos profilácticos durante los meses de invierno, solo existe una manera de combatirla: injertando con vides americanas. Unas que presentan una resistencia mucho mayor a la penetración de este pequeño hemíptero de consecuencias fatales en la vid.

Plagas de la vid nemátodos

Un comportamiento similar es el que adoptan los nemátodos. Un nombre que abarca un buen número de gusanos microscópicos que, a pesar de su tamaño, también son letales. Al igual que la filoxera, se introducen en la raíz de la vid agotando sus recursos y matando a la planta. Aunque dentro de esta familia existen varias especies, la más asociada al viñedo es la de Meloydogine.

Uno de los grandes problemas en la detección de este tipo de nemátodo es que sus síntomas son similares a los del exceso de agua, la sequía o la falta de nutrientes. Una planta atacada por nemátodos presenta hojas de color verde pálido o amarillo, ralentiza su crecimiento o se marchita. Un motivo, en suma, que dificulta en ocasiones saber que una vid está infectada.

Evitar su presencia en el viñedo pasa por desinfectar el suelo y sustrato. E, incluso, por quemar las ramas o plantas afectadas.

INSECTOS Y ARÁCNIDOS

Otro grupo importante de enemigos del viñedo son los insectos y los arácnidos. Dos familias que también se desperezan del frío por estas fechas, y que pueden atacar la integridad de la vid.

Entre los insectos más habituales que se ceban con el viñedo están algunas de las plagas habituales del jardín en verano. Hablamos de la cochinilla y el pulgón. Dos especies de insectos con un increíble poder colonizador y, lo que es más peligroso, sumamente perniciosos para la planta de la vid.

En ambos casos, hablamos de insectos succionadores de la savia de la planta que se fijan a sus hojas. Sin embargo, sus efectos son diferentes: mientras la cochinilla provoca un debilitamiento paulatino de la planta, que comenzará a amarillear; en el caso del pulgón, su efecto se percibe de otra manera: las hojas comienzan a enrollarse. Además de esto, ambas familias de insectos excretan sobre las hojas atrayendo la presencia del hongo negrilla, otro debilitador de la vid.

Cochinilla, plaga del viñedo

Aunque en ocasiones es difícil reconocer la presencia de estos dos insectos en la vid, la presencia del hongo constituye una llamada de atención. Este hongo y la aparición de las hormigas, aliados naturales del pulgón.

Y si el efecto de estos insectos compromete la salud de las plantas, no lo hace menos la veraniega araña roja. Una de un tamaño milimétrico que hace su aparición cuando sube la temperatura y se reseca el ambiente. Un arácnido que provoca la aparición de hojas amarillas con ligeros puntos oscuros o amarillos como signo de debilitamiento de la planta.

AVES Y MARIPOSAS

Capítulo especial al hablar de las plagas del viñedo merecen las aves. Y es que, a pesar de que sus efectos no son negativos sobre la planta, sí lo son sobre la producción. La gran mayoría de las aves sienten predilección por los frutos azucarados, por lo que la uva está entre sus oscuros objetos del deseo. Si bien es cierto que no afectan a la planta, sí tienen un efecto directo en la producción. Una razón de peso para colocar mallas que permitan mantenerlos alejados.

Viñedo con protección para las aves

Y dejamos para el final a la que es la plaga por excelencia del viñedo desde hace algunos años: las mariposas. De entre todas las existentes, hay dos que sienten especial predilección por la vid: la piral de la vid y la polilla del racimo, la más destructora de las dos.

A pesar de ser una mariposa minúscula que apenas alcanza los 12 milímetros, su ciclo reproductor de tres generaciones por temporada puede acabar con un viñedo. La primera generación come las flores, impidiendo la polinización. Las siguientes se ceban sobre los frutos. Algo que no solo mengua la producción sino que, además, procura la aparición de Botrytis: un hongo que aprovechas las heridas en las uvas para infectar a la vid.