¿Sabes qué entendemos por viticultura heroica? Definir de manera sencilla qué convierte un vino en uno excepcional es complicado. Intervienen numerosos aspectos: el tipo de uva con el que esté elaborado, la calidad de su suelo, o la pericia del enólogo solo son algunos de los muchos «ingredientes» que marcan la personalidad de un determinado caldo. En el caso de los vinos de la Ribeira Sacra, más allá de las características del vino, cabe sumarle uno más: lo singular de estos viñedos.
Conocida como la viticultura heroica, no le sobra ni una pizca de acierto al nombre. Y es que esta Denominación de Origen no hace más que rendir homenaje a siglos de tradición vinícola en circunstancias sorprendentes. Una forma de viticultura que no ha alterado su singular terreno de cultivo: los bancales, socalcos como se llaman en Galicia, en los que crecen las vides desde tiempos del Imperio Romano. Un paisaje que conserva la estructura original, copiada de los zigurat mesopotámicos.
Una manera de hacer vino con vertiginosos desniveles que no solo tiene de heroico el nombre. También lo es cualquiera de las tareas relacionadas con el cultivo de la vid.
Un auténtico y constante desafío a la gravedad que encierra en sí misma una de las maneras más tradicionales de elaborar vino.
LA VENDIMIA EN LADERAS ESCARPADAS
La mera contemplación del paisaje de la Ribeira Sacra permite hacerse una idea del nivel de dificultad que exige esta forma de viticultura. Situado entre el norte de Orense y la provincia de Lugo, este paraje es una de las joyas naturales de Galicia. Un entramado de paredes prácticamente verticales situadas en torno a los cañones del Sil y el Miño.
Un espectáculo de naturaleza que fue considerado por los primeros cosecheros, muchos siglos atrás, el lugar ideal para el cultivo de la vid.
La motivación de elegir este lugar no fue baladí. Los antiguos romanos moldearon este paisaje a sabiendas de que sus condiciones eran las idóneas para el cultivo de la vid. La disposición de terreno en bancales reduce las pérdidas de tierra y agua propias de la erosión en una zona marcada por la prominencia de lluvias. Además, las terrazas aprovechan mejor el calor, y permite la creación natural de surcos. Unas condiciones ideales para el cultivo de la vid en una orografía que no deja de ser sorprendente.
Y es que estas escarpadas terrazas de cultivo no son solo eso. Además, presentan unos desniveles más que significativos que superan un mínimo ya de por sí vertiginoso: más del 30%. Uno que marca la pauta de una viticultura más que singular. Imposible plantearse la mecanización. Un hecho que obliga, de manera inevitable, a que cualquier tarea relacionada con la vid sea de carácter manual. Desde la poda de primavera a la cosecha. Dos momentos del año que, especialmente, visten el terreno con una estampa más que pintoresca. Una combinación entre viticultores atados con arneses, suspendidos en cuerdas o, incluso, que recolectan con la ayuda de pequeñas barcas.
Un auténtico pulso entre el hombre y la naturaleza. Uno que tiene como resultado unos vinos con una personalidad tan característica como la tierra en la que nacen.
MENCÍA, LA VARIEDAD PREDOMINANTE
Y si el sistema de cultivo de la vid respeta su planteamiento inicial, también lo hace su uva predominante. La uva mencía es la más característica del noroeste de la Península Ibérica desde tiempos de la Antigua Roma. Una variedad traída por el Imperio y que, desde entonces, es la protagonista por excelencia de los bancales de la Ribeira Sacra.
La principal característica de esta variedad es que produce racimos pequeños y compactos, con uvas de piel gruesa. Algo que hace que sus mostos sean intensamente rojos, con un sabor neutro, un buen porcentaje de azúcares y baja acidez. Sin embargo, el envejecimiento de estos vinos les permite dar lugar a caldos de paladar aterciopelado, aromáticos, ligeros y suaves.
Si bien es cierto que esta uva es la protagonista, no es la única propia de esta zona. Brancellao, caiño tinto y tempranillo son otras de las variedades autorizadas en los vinos con esta etiqueta. Sin embargo, resulta curioso saber que a pesar de ello la uva mencía supone más del 80% del total de producción de vino de la Ribeira Sacra.
RIBEIRA SACRA DENOMINACIÓN DE ORIGEN
La viticultura heroica de la Ribeira Sacra supone un porcentaje mínimo del total del vino gallego. Apenas un 5% del suelo dedicado a la vid en la Comunidad se destina a esta forma tradicional de cultivo. Y, sin embargo, sus particularidades son tales que desde 1996 cuenta con su propia Denominación de Origen. Una manera de salvaguardar una tradición vitivinícola que aúna el trabajo humano con la personalidad de la tierra.
La Denominación de Origen Ribeira Sacra supone un total de 2.500 hectáreas de cultivo de la vid. Una reconocida, además, desde 2011 por el CERVIM, organismo internacional encargado de fomentar y velar la viticultura de montaña. Un sello que solo reconoce cultivos de vid a una altura superior a 500 metros, con una pendiente de terreno superior al 30% y dispuestos en bancales.
Unas características que dan debida cuenta de por qué, año tras año, esta zona de Galicia se viste de esfuerzo y de pasado. Dos ingredientes que también forman parte del vino que lleva su nombre.