El vino es compañero histórico de la Humanidad. Y, si bien es difícil definir un único momento a lo largo de este largo recorrido conjunto, hay uno que cuenta con una página tan oscura como singular. Nos referimos a la Edad Media: esa época en la que, a pesar de las tinieblas que acompañan a sus crónicas, el vino adquirió un peso específico en la sociedad.
A esa época le debemos la popularización de los caldos. Unos que empezaron a ser consumidos con total normalidad y sin excepción de edad, sexo o condición social. Un hecho que, en nuestra actualidad, llama poderosamente la atención. Sin embargo, la visión medieval era sustancialmente distinta. El vino era una parte tan importante de la alimentación como podía serlo el pan. Un buen motivo para que no existiera percepción alguna de que podía ser nocivo para la salud en grandes cantidades o en edades tempranas. ¿Qué procuró esa normalización del consumo de vino? La respuesta es sencilla: su peso en la liturgia cristiana. Un papel, el de ser simbólicamente la sangre de Jesucristo, que facilitó su popularización.
Si bien la Iglesia tuvo mucho que ver en la importancia del vino en la Edad Media, no fue la única responsable. Es más: hasta qué punto estuvo involucrada en el mundo del vino de la época es un hecho. Pero veamos su peso e influencia, incluso, en aspectos mucho más mundanos.
EL MODELO DE PRODUCCIÓN DEL VINO EN LA EDAD MEDIA
Aún en aquella época, los reinos cristianos de nuestra Vieja Europa mantenían el modelo de producción heredado del vino en la Antigua Roma. Y no solo eso: todo lo que se conocía del cultivo de la vid era, precisamente, una herencia romana. Y no nos referimos únicamente a la técnica. También a otro aspecto fundamental de la concepción que el Imperio tenía del vino. Nos referimos a su cariz festivo. A esa auténtica celebración que suponía la reunión, la recogida de la uva y su posterior pisada. Una fiesta pagana que honraba a la tierra y que, sin embargo, permaneció a pesar de todo.
Sustancialmente diferente era la producción del vino de la época por parte de la Iglesia. Los monasterios se convirtieron en los mayores productores de vino, acaparando buena parte del porcentaje de tierra destinada al cultivo de la vid durante aquellos siglos. La razón era diametralmente opuesta a la del pueblo: en este caso, el objetivo del cultivo era poder auto abastecerse para sus ceremonias religiosas. Pero no es en lo único que cambia el modelo de producción. Alejándose de cualquier tradición pagana, el cultivo de la vid en los monasterios era prácticamente parte de su trabajo espiritual.
LA TABERNA Y REGALAR VINO, DOS HERENCIAS MEDIEVALES
Pero volvamos al pueblo llano. Porque será revisando su comportamiento sobre el vino como podamos ser conscientes de su peso social.
Como decíamos antes, se consideraba un alimento de la misma importancia que otros de carácter básico. Tanto que, en caso de haber subidas de precio, la reacción del pueblo no se hacía esperar: protestas y manifestaciones se sucedían como medida de presión para evitar esta carga fiscal. Y es lógico: no solo era importante en la dieta de la época. Añadido, el vino era un motivo de agasajo en las reuniones con amigos o cuando se tenía una visita en casa.
Ese componente social de compartir el vino no es lo único que ha pervivido hasta nuestros días. Regalar vino era una práctica habitual para celebrar un nacimiento, un bautizo o una boda. Sin embargo, en algo sí hemos cambiado: de aquella, el vino también era instrumento para dar condolencias. Una manera de hacer más llevadera una pérdida, y un presente habitual cuando se visitaba una casa en luto.
Pero vayamos a un aspecto que, quizás, es todavía más llamativo. Durante la Edad Media, comenzaron a proliferar las tabernas: lugares de reunión en los que poder beber vino, socializar o jugar a los juegos de la época. Unos espacios pensados fundamentalmente para hombres en los que el vino tenía un papel protagonista. Pero no solo radicaba en ello el peso de la taberna en la época. Añadido, tenían carácter de aprovisionamiento por lo que visitarlos era, prácticamente, inevitable para poder hacerse con viandas pero, también, con vino. Y es que, de aquella, incluso el vino se compraba en la taberna para ser consumido en casa.
CÓMO SE TOMABA EL VINO, UNA PECULIARIDAD DE LA EDAD MEDIA
Y dejamos para el final una singularidad de la Edad Media. Y no es otra cosa que cómo se consumía el vino. Porque, lejos de cómo lo tomamos en la actualidad, de aquella lo habitual era que se sirviera diluido en agua.
Pero no solo eso: el vino sería de base para preparar múltiples brebajes de todo tipo. Se mezclaba con miel, se usaba para macerar hierbas o, incluso, se cocía con especias. Distintas maneras de disfrutar del vino que, también, tenía distintas finalidades. No solo buscaba el divertimento: también servía para preparar remedios medicinales de dudosa validez, pero de uso extendido en la época.
Una mirada diferente que no deja de marcar el pasado del vino y, en cierta medida, incluso su presente.