Es un auténtico ritual. Un ceremonial que requiere cierto tiempo y que no está exento de ciertas normas. Lejos de ser un gesto sencillo, servir el vino tiene sus reglas. Unas que no pretenden otra cosa más que garantizarnos que disfrutaremos de un caldo como se merece: conservando su personalidad, saboreando sus sabores y disfrutando de sus matices. Algo que, por más que pueda parecer implícito en el hecho de servir vino, no es así. Es más: hay muchos factores que pueden alterar la experiencia de tomar vino. Unos que conviene conocer para evitar en la medida de lo posible e, incluso, en un entorno doméstico.
Desde el tipo de cristal de las copas que elijamos a si tenemos que oxigenar el vino según sus características. Contemplar estos aspectos nos permitirá disfrutar de un caldo como se merece y, quizás, sean los más conocidos. Sin embargo, hay uno menos popular que también incide en los sabores de una copa. Y no es otro que saber hasta dónde conviene servir una copa de vino. Algo que, si bien puede parecer secundario, tiene una gran importancia.
La cantidad de vino de una copa es clave, también, para que un vino pueda desplegar su personalidad. Un aspecto que debe ser objetivo, y que es imprescindible conocer. Por eso, olvidemos el creer que una copa está poco o demasiado llena. Porque, lejos de ser una cuestión personal, responde a una razón. Y no: no existe una medida estándar para todos los vinos. Más bien, cada uno de ellos según su tipología demanda una cantidad determinada.
Veamos en detalle cuál es la cantidad de vino recomendada según el tipo de caldo ante el que nos encontremos.
VINO TINTO
Por su perfil organoléptico, el vino tinto es quizás el que demanda ser más rigurosos en la cantidad que sirvamos en la copa. Pero, incluso entre estos caldos, hemos de hacer una diferenciación.
Si estamos ante un vino joven o crianza, podemos ser más generosos que con otros vinos. De ser este el caso, podemos servir, incluso, hasta la mitad de la copa. Una cantidad que nos permitirá disfrutar de sus matices sin que sea inconveniente. La razón es sencilla: este tipo de vinos están marcados por sabores y matices más ligeros. Unos que no demandan oxigenación y, por tanto, pueden servirse sin tanto rigor.
No es el caso si estamos ante un vino Reserva o vino Gran Reserva. En el caso de estos vinos, solo podremos servir hasta un tercio de la copa. Y el motivo es, precisamente, que solo así podremos disfrutar plenamente de sus matices. El vino criado necesita oxigenarse para desplegar en plenitud su personalidad. Por eso, en el caso de estos caldos ese espacio libre de la copa es clave tanto para entrar en contacto con el aire como para poder agitar la copa y oxigenarla más sin verter el vino.
VINO BLANCO
La cantidad de vino blanco en una copa tampoco entraña ser muy rigurosos. Debido al perfil de este tipo de caldos, podemos servir incluso hasta la mitad de la copa. No suele necesitar aireación, por lo que ser generosos no estará reñido con saborear su carácter.
VINO ROSADO
Nada como conocer cómo se elabora el vino rosado para comprender que hablamos de vinos ligeros. Por esa razón, tampoco hemos de ser comedidos a la hora de servirlo. Este tipo de caldos no demandan oxigenación, por lo que también podremos llegar a servir hasta la mitad de la copa.