Carlos Serres

Elaboración del vino rosado: ¿cómo se hace?

A pesar de que es uno de los caldos con más adeptos, es curioso descubrir que poco se conoce de la elaboración del vino rosado. Un vino que, por su coloración, suele llamar a malentendido y confundirse con el clarete. Sin embargo, el rosado tiene unas características propias que nada tienen con ver con él y que, curiosamente, lo convierten en un vino ideal para maridar con gastronomía por su singular personalidad.

Es precisamente su personalidad lo que ha hecho que viva un auténtico repunte de consumo en los últimos años. Y, si el sur francés ha sido tradicionalmente el hábitat natural del vino rosado, lo cierto es que ha ido ganando terreno en las mesas y en los paladares de todo el mundo. Algo que bien puede deberse a su carácter frutal en el que pueden apreciarse matices de frutas tan singulares como el plátano, la menta o las moras.

Para entender su singularidad, es necesario comprender cómo se elabora el vino rosado. Un proceso en el que intervienen tanto el tipo de uvas utilizadas (que suelen ser mezclas de uva tinta con uva blanca, si lo permiten las características que estipula cada Denominación de Origen) como, de manera determinante, la manera en la que estas se trabajan.

¿CÓMO SE ELABORA EL VINO ROSADO?

Antes de entrar en detalles, es importante saber que el proceso de elaboración del vino rosado es muy similar al del vino blanco con una ligera variación: los tiempos de maceración. Decir esto de esta manera tan sencilla sería simplificar el que es uno de los procesos de elaboración de vino más complicados que existen, y que más trabajo suele dar a los enólogos de las bodegas.

Y destacamos este aspecto porque el proceso de elaboración del vino rosado puede realizarse, fundamentalmente, de dos maneras: utilizando el método de prensado, o bien mediante el método de sangrado. En ambos tipos de elaboración, el comienzo es el mismo: la uva seleccionada se estruja y despalilla a su llegada a la bodega.

Elaboración del vino rosado

Sin embargo, es en este punto donde se establecen las notables diferencias que hacen que cada método de elaboración del vino rosado incida sustancialmente en el resultado final del vino.

Para los vinos rosados obtenidos mediante prensado (que suelen tener una gama de colores más clara), las uvas ya limpias se aplastan hasta lograr el mosto. En cambio, los vinos rosados obtenidos mediante sangrado (más oscuros e intensos) conllevan un proceso más complejo: a esas mismas uvas preparadas, se les somete a un encubado (o, lo que es lo mismo, introducir la pasta creada por las uvas en un depósito) para macerar el mosto con los hollejos y la pulpa de la uva. Una vez concluida la maceración, este vino se obtendrá mediante sangrado (será la gravedad la encargada de extraer el mosto y separarlo de los restos de uva).

Salvo en este aspecto, tanto para los vinos rosados elaborados por prensado como los resultantes del sangrado comparten el resto del proceso de elaboración del vino tinto: desfangar (para que el mosto esté lo más libre posible de impurezas), fermentación, clarificación, estabilización, filtrado y embotellado.