En muchas ocasiones, ver en una determinada etiqueta de vino su calificación hace que nos despistemos y nos asalte la duda: ¿qué es mejor, un vino de crianza o un vino reserva? Una pregunta que solemos hacernos, en muchas ocasiones, para entender hasta qué punto este apelativo distingue a unos vinos de otros y, sobre todo, en qué marca su diferencia.
Lejos de existir una generalidad, es necesario dejar claro que no hay una máxima universal que paute qué es mejor, crianza o reserva, ya que esto depende del productor pero, también, de otros factores como el proceso de envejecimiento o, incluso, de los gustos personales de cada paladar.
Si eres un amante de los vinos, es importante conocer qué implica cada categoría de vino antes de elegir un determinado caldo para un determinado momento. O, incluso, el mero hecho de saber distinguir qué vino es mejor, crianza o reserva; ayudará a disfrutar todavía más de los matices de cada uno de ellos en la copa.
ORIGEN DEL TÉRMINO CRIANZA Y RESERVA
Lejos de ser una catalogación actual, tanto los términos crianza como reserva cuentan con cierta tradición en el mundo del vino. En el segundo caso, el de los vinos reserva, los propios viticultores comenzaron a reservar sus caldos durante más tiempo en barrica con vistas a lograr un caldo más rico en sabores y matices. El mero hecho de mimar de esta manera el vino reserva (que se convierte, durante su periodo de envejecimiento, en el silente tesoro de las bodegas) no solo aumentó la popularidad de estas botellas sino que, añadido, comenzó a ir de la mano con otra implicación: la calidad.
En contraposición, los vinos crianza responden a aquellos caldos que también han contado con un periodo de envejecimiento mucho menor (aunque no por eso signifiquen una menor calidad). En realidad, los vinos denominados crianza presentan una frescura distinta a los reserva y, generalizando, un abanico de sabores más propios de la uva y su tierra que del tiempo de reposo en barrica (con todas las aportaciones que la madera supone para los caldos).
Más allá de esto, es singular saber que esta catalogación de crianza y reserva no es una pauta general para todo los vinos del mundo. Si bien, por ejemplo, en los vinos europeos el término reserva se identifica con un periodo mayor de envejecimiento en barrica (estipulado éste por los diferentes Consejos Reguladores existentes), en otros países del mundo (como Estados Unidos o Chile) nada tiene que ver con el tiempo sino, fundamentalmente, con la calidad.
Y es que tanto en uno como en otro de los países citados, los vinos llamados reserva responden a una selección de las mejores uvas de cada añada. Una manera de llamar a los vinos que se desmarcan de los convencionales pero, también, una auténtica apuesta por la calidad por encima de todo lo demás.
Más allá de estas connotaciones regionales, lo que sí es seguro que tanto en el caso de aquellas botellas etiquetadas como crianza como las que cuentan con el reserva hay algo en común: que son un aval de calidad, tanto en un caso como en el otro.
EL TIEMPO DE ENVEJECIMIENTO DEL VINO
El factor determinante para que el vino cuente con esta categorización se fundamenta básicamente en el tiempo de envejecimiento. Unos tiempos que no son los mismos para tintos para blancos pero que, incluso, oscilan ligeramente entre las diferentes Denominaciones de Origen.
En el caso de los vinos tintos, para considerar un determinado caldo un crianza tendrá que haber pasado por un envejecimiento de al menos 24 meses (de los cuales, al menos seis han de transcurrir en barrica). En el caso de los reserva, el tiempo aumenta y establece un mínimo de 36 meses de envejecimiento (de los que, al menos, doce han pasado al refugio de la madera).
Para los vinos blancos y rosados, tanto en el caso de los crianza como de los reserva, el tiempo de envejecimiento es mucho menor: mientras para los primeros tan solo es necesario un mínimo de 18 meses de maduración (con seis meses en barrica); en el caso de los reserva tan solo se exigirán 24 meses de reposo (con un mínimo de seis meses en bodega).
Distintos tiempos para distintos caldos. Porque si algo está claro es que el único método para discernir qué vino es mejor, crianza o reserva, es (más allá de conocer sus particularidades) abrir cada botella y descubrir qué encierra cada una de ellos. La manera más placentera de establecer, más allá de las etiquetas, nuestra propia calificación.
Conoce todas las particularidades de tiempos de envejecimiento de los vinos en este otro post> Diferencias entre Crianza, Reserva y Gran Reserva