Carlos Serres

Las cinco mentiras más comunes sobre el vino

El vino es un compañero inherente a la historia del hombre y, quizás por eso, en torno a él se han construido un buen número de mitos y leyendas que con el paso del tiempo se han convertido en máximas. Sin embargo, el hecho de que sean de uso común no significa que sean ciertas; sino que, en un buen número de casos, pasan a engrosar ese singular capítulo de las mentiras más comunes sobre el vino.

Sentencias que, en muchos casos, forman parte de la tradición pero no de la realidad y que pueden llegar, incluso, a estropear la experiencia de disfrutar de un vino si nos dejamos llevar por los prejuicios que implican o suponen. Algo imperdonable si consideramos que cada vez que abrimos una botella, ese vino está dispuesto a hacernos disfrutar del momento con sus sabores y su personalidad.

Así pues y para que se cumpla esa función que cualquier caldo tiene, veamos las cinco mentiras más comunes sobre el vino. Cinco aseveraciones acuñadas con el tiempo que, sin embargo, no se ajustan a la realidad de su disfrute.

1. LOS TINTOS MEJORAN CON EL TIEMPO, LOS BLANCOS NO

La primera de las mentiras más comunes sobre el vino, y que sin duda queda completamente rebatida si tenemos en cuenta que la actual oferta del mercado vinícola es amplia y más que particular.

Con esto nos referimos a que, de la misma manera que algunos vinos tintos están creados para ser disfrutados en un breve plazo de tiempo para poder saborear el frescor de la fruta; también los hay que, para estar en plenitud y mostrar toda su personalidad, demandan un tiempo de crianza. Si esto se da en el vino tinto, sucede cae la misma manera con algunos blancos. Vinos cuyos matices y carácter solo son perceptibles en plenitud después de haber permanecido un tiempo determinado en crianza.

Fond Carlos Serres Onomastica Blanc
Nuestro vino Onomástica Blanco Reserva es el ejemplo vivo de cómo la crianza en barrica y el afinamiento despiertan todos los matices de un gran vino blanco

 

Así y sin perder nunca de vista qué vida tiene el vino, nada como abrir una botella para comprobar que un vino blanco que ha esperado pacientemente su momento lo ha hecho por una buena lista de aromas y matices.

2. EL VINO TINTO HAY QUE DISFRUTARLO A TEMPERATURA AMBIENTE

Un gran error, herencia del siglo XIX y de unas prácticas francesas que no están actualizadas. Y decimos esto porque esa muletilla de «temperatura ambiente» ya no tiene que ver con nuestro día a día. La frase surge de cuando la piedra era el material de construcción por excelencia, y los grados de las casas incluso menores a la temperatura exterior.

Sin embargo, hoy por hoy el termómetro medio de cualquier casa o local se sitúa entre los 20 y los 21 grados. Una temperatura muy superior a lo que demanda cualquier vino, y que puede incluso estropear el placer de tomarlo. Así y para evitar contratiempos, nada como saber la temperatura recomendada para cada vino.

3. UN VINO BUENO SIEMPRE TIENE TAPÓN DE CORCHO NATURAL

Otra incorrección que rodea el apasionante mundo de los caldos. La importancia del corcho en el vino no implica, únicamente, que este sea de corcho natural. A día de hoy, existen muchas otras alternativas que vienen a reducir las posibilidades de degradación propias del corcho natural; y que ponen fin a uno de los peores enemigos del vino: la enfermedad del corcho.

Corcho de botella de vino

Aseverar que únicamente un vino bueno cuenta con un corcho natural es erróneo. Más bien, podría decirse que los vinos que demandan un tiempo de crianza y reposo desde que son embotellados son los que, sí o sí, necesitan este tipo de cierre. El corcho natural permite esa oxigenación mínima y casi imperceptible que demandan los vinos criados y reserva para evolucionar dentro de la botella.

Por su parte, el corcho sintético o el tapón de rosca se reservan para aquellos vinos pensados para ser consumidos en un corto periodo de tiempo o que no necesitan más evolución.

Algo que no está reñido con la calidad en ningún caso.

4. EL BLANCO PARA EL PESCADO, EL TINTO PARA LA CARNE

Ya vimos largo y tendido el motivo por el que esa frase de vino blanco para pescado y tinto para carne es otro craso error. La versatilidad de los distintos vinos, tintos o blancos, de hoy en día abre unas posibilidades de maridaje prácticamente ilimitadas.

Algo en lo que la intensidad de sabor, las texturas, las salsas o, incluso, el empleo de ingredientes de corte internacional o determinados pescados más contundentes, como el atún, alteran por completo esta máxima no escrita que ha guiado durante muchos años el arte de emparejar vino y comida.

Así que para elegir correctamente el vino más adecuado para un plato, nada como buscar el equilibrio de sabores y de potencia. Algo más personal, en realidad, que guiarnos por la férrea instrucción de que un vino solo es apto para un determinado alimento.

5. EL VINO ROSADO ES DE MENOR CALIDAD

Una afirmación que, como la temperatura ambiente, se ha quedado anclada en el pasado. Y es que, hace años, el vino rosado iba aparejado al sambenito de ser un vino de baja calidad. Algo que responde a esa época en la que el vino rosado era un subproducto de muchas bodegas que, lejos de mimarlo, lo elaboraban con uvas de baja calidad.

Vino rosado

Sin embargo y desde hace ya un buen número de décadas, el vino rosado está a la misma altura que otros tantos vinos blancos o tintos gracias al esfuerzo de las bodegas que trabajan este caldo.

Una fórmula vinícola con todas las de la ley en cuanto a calidad, y cuyo descrédito pasa por conocer la elaboración del vino rosado para comprender que su ausencia de color no es sinónimo de mala calidad ni de poca potencia. Y, también, la mejor manera de descubrir hasta qué punto es el vino perfecto para un buen número de platos como verduras a la brasa, arroces o pizzas artesanas.

Nada como romper tabúes para poder entregarnos a lo importante: disfrutar del vino, sea del estilo que sea y en la compañía que elijamos.